De Wall Street a Pekín: el mundo se desordena y el dinero ya eligió bando

De Wall Street a Pekín: el mundo se desordena y el dinero ya eligió bando


Perico Noticias // Especialista en geopolítica y mercados globales

En medio de la euforia especulativa y la narrativa del «nuevo orden mundial», el sistema financiero global se encuentra en una mutación profunda y silenciosa. Los mercados ya no responden al relato político sino al flujo real del dinero, que —con la frialdad quirúrgica de los algoritmos— está abandonando Estados Unidos y desplazándose a Europa y China.
¿El motivo? Liquidez, estímulo fiscal y control monetario. Lo que ayer era el sueño americano, hoy es el laboratorio asiático y el renacimiento europeo.


El final del mito: cuando el estímulo cambia de bandera

La narrativa económica convencional está colapsando.
Durante décadas, Estados Unidos jugó a ser la locomotora del mundo, inyectando gasto fiscal como si no hubiera consecuencias. Con Biden, la Casa Blanca fue el corazón de la expansión artificial. Pero con la inminente llegada de Trump, ese impulso se frenará. Y como bien advierte Pablo Gil, sin estímulo, la economía norteamericana se enfría… y el mercado castiga.

Mientras tanto, Europa —antiguamente esclava del austericidio alemán— ahora gasta con entusiasmo. Y China, supuestamente quebrada, lidera el crecimiento bursátil con un 50% de ventaja sobre EE. UU. en lo que va del año.

No es magia. Es estímulo.
Y el mercado, pragmático como siempre, sigue el dinero, no la moral.


La trampa de la deuda y el tiempo prestado

Estados Unidos ya no compite en igualdad de condiciones.
Con 36 billones de deuda y un gasto público insostenible, su modelo económico se ha convertido en una droga que promete adrenalina en el corto plazo, pero infarto en el largo.
Los intereses de esa deuda pronto consumirán más presupuesto que la defensa o la educación.
Y si Trump cumple su promesa de recortar el gasto, lo hará sin anestesia. Desenchufar a un adicto de golpe siempre termina mal.

¿El riesgo? Una crisis de deuda que sacuda el mundo.
¿La respuesta? Trump ya la insinúa: usar la deuda como arma geopolítica. ¿Dejar de pagarle a China? ¿Reestructurar con “bonos perpetuos”? Nada está fuera del tablero en esta nueva guerra fría sin balas, pero con bonos.


Geopolítica del capital: la ética no cotiza

Mientras tanto, el inversor global ya decidió: no hay patria, sólo rendimiento.
Ayer criticaban a China por su sistema autoritario. Hoy, compran sus bonos y acciones porque la rentabilidad es mejor.
¿La ética? Bien, gracias.

Las grandes fortunas no se ruborizan al donar en la fiesta de investidura de Trump, ni al invertir en empresas de defensa cuando estallan guerras.
El dinero no tiene ideología, tiene objetivo.
Y ese objetivo —hoy— se llama Europa reestimulada, China reordenada… y Estados Unidos desconectando el respirador.


El nuevo orden no será suave

La transición será brutal. Porque los excesos no se resuelven con discursos, sino con cataclismos.
La inteligencia artificial, la computación cuántica, las tierras raras, las cadenas logísticas y las monedas digitales ya están redibujando el mapa del poder.

China lo sabe. Europa, a medias.
Estados Unidos, lo niega.

Pero la realidad es obstinada. Y cuando el dólar deja de ser refugio y se convierte en deuda tóxica, hasta el más optimista se vuelve realista.


¿El euro digital? Control total y ciudadanos anestesiados

Mientras tanto, en el corazón de Europa, se cocina en silencio otro capítulo: el euro digital.
Una moneda programable, rastreable, sin efectivo, sin privacidad.
¿Alguien preguntó a los ciudadanos si estaban de acuerdo?
¿Dónde están las protestas? ¿Las calles encendidas?

No hay. Porque la sociedad occidental ha sido entrenada para aceptar lo inaceptable con una sonrisa.
Primero fue la deuda. Luego, el déficit. Después, la inflación. Ahora, la vigilancia financiera.


Conclusión: el nuevo siglo empezó, y no todos se dieron cuenta

Ya no estamos ante una crisis. Estamos ante un cambio de era.
La hegemonía americana se desgasta. La multipolaridad no es deseo, es realidad.
El capital ya eligió nuevos destinos. La geopolítica se libra en los algoritmos, no en las fronteras.

Y mientras tanto, el ciudadano medio, el votante, el contribuyente… sólo pide que no le suban más los impuestos.

Pero esto no se trata de tasas.
Se trata de quién domina el futuro.
Y el futuro —como siempre— lo dominará quien entienda mejor el presente.

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