Por el Prof. Jorge Lindon // En estas elecciones no está en juego una gestión más, ni un simple cambio de nombres. Se define algo mucho más trascendental: el futuro mismo de Perico.
Perico, aquella ciudad vibrante, ejemplo de pujanza en el NOA, está hoy al borde de un abismo. Atrás quedaron los tiempos en que sus campos de tabaco, caña, frutas, verduras y trigo eran orgullo de la región y motor de crecimiento. Hoy, el contexto mundial nos golpea sin piedad.
La pulseada feroz entre Estados Unidos y China ha dejado heridas profundas. Las nuevas barreras arancelarias no solo deprimieron las grandes potencias: azotaron, con violencia silenciosa, las áreas productivas de nuestra periferia. El NOA entero, y entre ellas Perico, siente esa mano invisible que estrangula las economías regionales.
El comercio, antaño robusto y activo, que abastecía a Bolivia y al mundo, se contrae día tras día. La reciente devaluación encubierta tras la salida del cepo cambiario fue otra cachetada brutal. Mientras la inflación arrasa sueldos y esperanzas, el maquillaje mediático ya no alcanza para ocultar la devastación.
Perico empieza a parecerse a esas ciudades fantasmas del NOA, que brillaron fugazmente antes de ser consumidas por el olvido tras los ajustes y las políticas privatistas de otras épocas.
Hoy, los movimientos de infraestructura económica a nivel global exigen adaptabilidad, inteligencia, visión estratégica. Sin embargo, el gobierno provincial y local parecen atados a un pasado que ya no existe, atrapados en una órbita de inacción y retrasos.
Estamos frente a una crisis histórica: la caída de ventas, el cierre de comercios, la retracción escandalosa de la economía local nos gritan que el colapso ya no es una amenaza: es una realidad. Y, por si fuera poco, quienes deberían liderar el cambio no entienden el nuevo mundo que se está formando ante sus propios ojos.
La política, lejos de leer las señales del cambio global, permanece ciega, atónica, inerte. Pero donde muchos ven oscuridad, también existe una chispa de esperanza.
Porque Perico no es solo óxido y ruinas en el horizonte si nos quedamos de brazos cruzados. Perico es también memoria viva de solidaridad, cooperativismo, cultura productiva y vocación exportadora. Esas huellas, esas raíces profundas, son hoy nuestra última tabla de salvación.
El camino está frente a nosotros:
- Agregar valor a nuestra producción.
- Apostar a la industria del conocimiento.
- Fomentar la cultura y las expresiones locales como motores económicos.
- Crear un mercado financiero complementario ante la falta de crédito.
- Bajar costos, descentralizar, abrirnos al mundo.
La glocalización no es una teoría: es la única vía para sobrevivir en un mundo líquido, cambiante, sin fronteras culturales.
Hoy, Perico tiene dos caminos: dejarse arrastrar hacia la decadencia final o despertar, asumir su crisis, y atreverse a reinventarse.
Las urnas no solo decidirán nombres: decidirán si seremos parte del nuevo mundo o si seremos apenas otro nombre olvidado en el polvo de la historia.
¿Podremos despabilarnos? ¿Tendremos el coraje de ver la oportunidad que la crisis esconde?
El tiempo corre, y la decisión está en nuestras manos.