A solo trece días de las elecciones legislativas del 11 de mayo, Jujuy se prepara para vivir una jornada decisiva, no por el nacimiento de nuevos proyectos de provincia, ni por la aparición de liderazgos transformadores, sino por una venganza social largamente gestada. En esta elección no se vota esperanza. Se vota furia contenida, desencanto social y rechazo al poder vigente.
La traición libertaria y el espejismo roto
La irrupción de La Libertad Avanza (LLA) en Jujuy fue inicialmente recibida como una bocanada de aire fresco, una oportunidad de pulverizar al establishment. Sin embargo, el sueño libertario fue rápido en enlodarse: la fragmentación de LLA en tres espacios, dos de ellos abiertamente enfrentados a las máximas autoridades nacionales (el senador Ezequiel Atauche y el diputado Manuel Quintar), expuso un proceso de nepotismo, amiguismo y mercantilismo político.
Hoy, el liberalismo jujeño es, en gran medida, una franquicia degradada, capturada por intereses comerciales y acuerdos de camarillas. La traición a los principios de desmantelamiento del Estado como entelequia opresora —tan defendidos por Huerta de Soto y Javier Milei— es flagrante.
Los cargos se compraron y vendieron como acciones en un mercado negro de ilusiones políticas.
El mensaje de la libertad fue pisoteado por la codicia y el oportunismo.
El verdadero motor: la venganza social
No hay en Jujuy un fenómeno «anti-Milei» potente, pero sí un anti-kirchnerismo feroz y, sobre todo, un profundo anti-gerardismo.
La bronca que late en el corazón de los jujeños no distingue proyectos; solo busca herir, castigar, ajustar cuentas.
La clase media estafada, el pueblo humillado por décadas de corrupción, marginalidad y manejo feudal de la política, no quiere un futuro brillante todavía. Primero quiere ver sangre política en el piso. Y esa sangre, creen, debe ser la de los herederos de Gerardo Morales.
El ocaso de la hegemonía oficialista
El oficialismo local, bajo el sello de «Jujuy Crece», desplegó una estrategia obscena de colectoras, que más que mostrar fuerza, demuestran desesperación, debilidad y decadencia.
La ley de lemas encubierta no engaña a nadie: lejos de democratizar la representación, filtra, excluye y perpetúa a la minoría elitista. Sin embargo, ni siquiera este truco les garantizará una victoria. El ausentismo electoral, los votos en blanco y la fuga hacia fuerzas minoritarias serán indicadores claros del desmoronamiento del aparato.
La utilización descarada de la imagen de Carlos Sadir en campaña, intentando salvar el pellejo con su atributo de «moderación» y «humildad», resulta patética: el pueblo no odia a Sadir, odia a Morales. Y la estrategia de camuflaje se revela infantil frente a una sociedad que aprendió a odiar sin confundirse.
Un eventual triunfo pírrico, con niveles alarmantes de abstención, no ocultará la realidad de un gobierno en agonía.
El final de la era Morales ya comenzó.
El peronismo: una oportunidad desperdiciada
El peronismo jujeño tampoco logró capitalizar el hartazgo social.
El Frente Amplio posee menor imagen negativa que el Frente Justicialista y el espacio de Carolina Moisés, pero no construyó un puente emocional con los electores.
El Frente Amplio no supo convertir la bronca en propuesta, ni la crítica en alternativa.
En un contexto donde no se vota por sueños sino por castigos, el peronismo quedó a medio camino, incapaz de polarizar la escena ni de hacer de Jujuy un eco de la contienda nacional.
¿Qué escenario se perfila?
Todo indica que en estos últimos días puede surgir una polarización inesperada entre sectores de izquierda dura y sectores libertarios genuinos, mientras el oficialismo caería hacia un tercer puesto humillante en varias jurisdicciones.
El bono de $50.000 entregado como limosna desesperada no cambiará el humor social: humilla más que alivia.
La era del «Jujuy modelo» es un espejismo que se esfuma.
La maquinaria del poder se está oxidando a la vista de todos.
Los operadores de siempre, los candidatos de siempre, serán arrastrados hacia el cadalso electoral, con o sin victoria formal.
El 11 de mayo no se votará un proyecto de provincia. Se votará una catarsis, una demolición, una sentencia popular.
Y la verdad —esa que no aparece en las encuestas— emergerá como una marea incontenible.