Por el Prof. Jorge A. Lindon // En el complejo tablero de la geopolítica mundial, la Argentina ha sido históricamente una pieza disputada, pero pocas veces con una docilidad tan palpable como la que ofrece hoy el gobierno de Javier Milei. En su búsqueda frenética por sostener la ficción de “superávit fiscal” y recibir oxígeno financiero externo, el gobierno ha cedido áreas estratégicas de soberanía nacional a los Estados Unidos, negociando sin filtro, sin consulta y sin pudor. Los ejes de esta entrega son tres: el litio, el 5G y las rutas marítimas. Y la provincia de Jujuy, epicentro del triángulo del litio, es una de las principales afectadas.
Litio: el oro blanco de la dependencia
Argentina forma parte del «triángulo del litio», junto a Chile y Bolivia. Pero a diferencia de sus vecinos, tiene la legislación más permisiva y entreguista de las tres. La Ley de Minería argentina, una reliquia menemista que Milei ha decidido no tocar, establece un tope del 3% en regalías sobre el valor declarado en boca de mina. Es decir, las empresas dicen cuánto sacan y cuánto vale. Ellas mismas. Una caja negra legal.
Esa ley, que ni siquiera los gobiernos “nacionales y populares” derogaron, beneficia descaradamente a las corporaciones extranjeras, y en particular, a las norteamericanas que ahora reclaman participación en el negocio litífero como parte de los acuerdos implícitos por el nuevo préstamo del FMI. Empresas chinas, canadienses y australianas ya estaban activas en el norte argentino. Pero ahora, con el aterrizaje del jefe del Comando Sur de EE. UU., Alvin Holsey, y con la visita de su antecesora Laura Richardson todavía fresca, queda claro que el interés no es solo económico: es geopolítico.
En Jujuy, donde el litio es extraído a costa de las comunidades originarias y de ecosistemas frágiles como las salinas, la entrada de capitales yanquis con poder militar y político detrás consolida un modelo extractivista neocolonial, donde ni los pueblos ni el ambiente tienen voz ni beneficio.
El 5G: control sobre los datos y la infraestructura digital
En segundo lugar, la red 5G representa un campo de batalla tecnológico donde la disputa entre Estados Unidos y China es brutal. Huawei, el gigante chino de telecomunicaciones, está años adelante de sus competidores occidentales. Por eso, Washington presiona a todos sus aliados —y Argentina no es la excepción— para que no liciten con proveedores chinos.
La Argentina, con Milei, se alinea sin chistar a esa orden, comprometiendo su soberanía tecnológica. Esto significa que la infraestructura crítica de telecomunicaciones y la transmisión de datos estratégicos estarán en manos de proveedores estadounidenses, más caros, menos desarrollados y sujetos a los intereses de la NSA y el Pentágono. Jujuy, con sus vastos territorios rurales y comunidades aisladas, será de las últimas en acceder a conectividad de calidad si esta política se mantiene.
Rutas marítimas y el control de la hidrovía
El tercer pilar de esta entrega son las rutas marítimas, en especial la hidrovía del Paraná, por donde se exporta el 80% de la producción agroindustrial del país. La administración Milei ha firmado acuerdos con el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE. UU. para colaborar en el dragado, monitoreo y planificación de la hidrovía. Pero lo que se presenta como “asistencia técnica” es, en realidad, una cesión encubierta del control de nuestro río a intereses militares foráneos.
Las provincias del norte, entre ellas Jujuy, dependen del transporte fluvial para sus cadenas logísticas. El control norteamericano sobre los puertos profundos y rutas fluviales no garantiza soberanía alimentaria ni integración regional, sino subordinación geoeconómica. A esto se suma la vigilancia activa de bases militares en zonas cercanas a proyectos estratégicos, lo que convierte a la región en un peón del tablero global de Washington.
El costo de la entrega
Todo este “pacto” —jamás debatido en el Congreso— fue el precio para que el FMI destrabe fondos, perdone desvíos y apoye con declaraciones públicas el “plan Milei”. Cristalina Georgieva, titular del Fondo, lo dijo sin tapujos: “El mundo tiene hambre de lo que Argentina produce: litio, alimentos, gas”. Y detrás de esa frase amable se esconde la aceptación explícita de que el préstamo financiero no es gratuito: se paga con soberanía.
El gobierno de Javier Milei es, como bien se definió, un rogel de estafas. Estafas jurídicas, económicas, comunicacionales y diplomáticas. A cada capa, una concesión. A cada concesión, una mentira. A cada mentira, una transferencia de poder —no a los ciudadanos, sino a los centros financieros y políticos globales.
¿Y Jujuy?
La provincia de Jujuy queda atrapada en esta lógica de sacrificio periférico. Sus salares se agotan sin dejar riqueza, sus rutas quedan supeditadas a intereses extranjeros, y su pueblo sigue sin agua, sin conectividad y sin soberanía. El gobierno de Gerardo Morales primero y el de Carlos Sadir después, le abrieron la puerta a este modelo sin contemplaciones, vendiendo el futuro a precio vil.
Hoy, los jujeños no solo pagan la inflación y el hambre como todos los argentinos: también son testigos de cómo su territorio se convierte en zona de interés estratégico para potencias extranjeras, sin que la renta quede en la región, sin que haya consulta, y sin que exista, siquiera, una voz institucional que los defienda.