Impuestos, elecciones y desesperación: el grito popular arrincona al gerardismo en JujuyDe la negación al manotazo: la clase política gobernante empieza a ceder, no por convicción, sino por colapso

Impuestos, elecciones y desesperación: el grito popular arrincona al gerardismo en JujuyDe la negación al manotazo: la clase política gobernante empieza a ceder, no por convicción, sino por colapso


En una provincia donde el control político parecía absoluto, la rebelión silenciosa del pueblo jujeño comenzó a torcer el brazo del poder. La reciente derogación de la Tasa Vial por parte de la Municipalidad de San Salvador de Jujuy —a días de las elecciones— no es una concesión electoral cualquiera. Es la admisión implícita de una derrota moral y política: la administración de Gerardo Morales y sus herederos han agotado su crédito social. Los gritos que antes eran tildados de «demagógicos» o «populistas», hoy se transforman en políticas oficiales. Pero no por convicción, sino por pura supervivencia.

Lo que sucede en Jujuy no es solo una medida económica: es un síntoma de colapso de un modelo de gestión que ya no da respuestas ni contiene a nadie. La baja de impuestos no nace de un plan estratégico ni de una reforma fiscal coherente, sino de la necesidad urgente de tapar las filtraciones de un barco que se hunde mientras sus capitanes niegan el naufragio. La eliminación del SEPROSA fue el primer retroceso obligado. Ahora la Tasa Vial. Mañana, ¿qué más?


De arrogancia a contradicción: el precio de la desconexión

Durante años, el oficialismo jujeño gobernó con una arrogancia que rayaba en el desprecio por la opinión pública. Se aumentaban impuestos, se creaban tasas, se restringían derechos laborales y se silenciaban voces críticas, todo bajo el relato de una supuesta eficiencia modernizadora. Hoy, esa misma clase dirigente tiene que correr detrás de la gente y desmontar —con apuro y vergüenza— su propia estructura de recaudación regresiva.

La pregunta que queda en el aire es brutal:
¿Se podía gobernar sin esos impuestos?
La respuesta es aún más demoledora: .
Entonces, ¿dónde fue todo ese dinero?
La Tasa Vial, por ejemplo, fue defendida con argumentos tecnocráticos durante varios meses, mientras las calles siguen en estado calamitoso, los fondos son opacos y los bolsillos populares se desangraban. Hoy, al derogarla, el gobierno reconoce —aunque no lo diga— que el sacrificio ciudadano no fue en vano, pero tampoco fue honrado.


La explosión de colectoras: síntoma de descomposición interna

Como en toda etapa final de una hegemonía política, el oficialismo jujeño ya no se expande, se fragmenta. La explosión de colectoras que pululan en la campaña actual no representan una estrategia de apertura, sino un recurso desesperado para sostener el volumen electoral. Pero ese mosaico de candidaturas oficialistas solo ha servido para multiplicar el enojo y la confusión, haciendo llegar a los propios despachos del poder las quejas de los vecinos, la bronca acumulada y el rechazo generalizado.

Lo que parecía una maquinaria electoral aceitada, ahora se convierte en un ruido ensordecedor que delata el aislamiento del poder y su desconexión con la realidad. Las colectoras no suman: rebalsan la paciencia social y rompen la línea directa entre el votante y su futuro.


El ocaso de un modelo: oxígeno, no renovación

Estas medidas de última hora no son proselitismo. Ya no pueden seducir a nadie. Son la evidencia de que el poder político ya no gobierna desde el convencimiento, sino desde la necesidad de respirar. Cada concesión —como esta baja de impuestos— es un intento desesperado por ganar tiempo, no votos. El problema es que ese tiempo ya no alcanza y la credibilidad está quebrada.

La clase media jujeña, los comerciantes, los pequeños productores, los laburantes precarizados y los vecinos de a pie no están pidiendo milagros. Están exigiendo lo mínimo: transparencia, eficiencia y respeto. Pero ante un gobierno agotado, lo único que reciben son gestos tardíos, como quien pide perdón después de haber vaciado el bolsillo ajeno.


El principio del fin del gerardismo

Ya no se trata de nombres propios. El problema es estructural. El modelo Morales —centralizado, extractivo, vertical y autocomplaciente— está en su ocaso. Los últimos manotazos por recomponer imagen no son más que pruebas de debilidad política. El gesto de eliminar un impuesto no suma capital político cuando lo que se ve con claridad es que todo pudo ser distinto. Que la austeridad pudo comenzar por arriba, pero siempre empezó por abajo.

El pueblo jujeño ya no necesita gritar. Su silencio ya lo dice todo. El que entendió, entendió: el oficialismo está de salida, y lo sabe. Lo único que resta por definir es si esa salida será ordenada o dramática.

¿Qué es lo que más te preocupa hoy en Jujuy?

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