Feria Vacía, Bolsillos Vacíos: El Termómetro de la Crisis Está en Perico y Marca Rojo Alerta

Feria Vacía, Bolsillos Vacíos: El Termómetro de la Crisis Está en Perico y Marca Rojo Alerta

Perico, mayo de 2025 — La Feria Mayorista de Perico, histórica formadora de precios agrícolas para el NOA, ya no es lo que era. Ni gente, ni movimiento, ni ventas. Lo que alguna vez fue una estampida humana de compradores mayoristas de todo el norte argentino, hoy luce como una postal desolada de la recesión: puestos vacíos, rostros amargos y precios que, pese a todo, no bajan más porque ya tocan fondo.

Los precios de referencia de esta semana son una radiografía de la parálisis:

  • Papa blanca: $7.000 la bolsa
  • Papa negra: $6.000
  • Cebolla blanca (10 kg): $4.500 – Morada: $11.000
  • Tomate: $12.000 el cajón
  • Zapallo: $450 el kg por cantidad
  • Lechuga: $10.000 la jaula
  • Zanahoria: $7.000 (10 kg)
  • Chauchas: $800 el kg
  • Arveja: $1.700 el kg
  • Morrón/pimiento: $9.000 el cajón

Y en el segmento de frutas:

  • Mandarina: $9.000 el cajón
  • Naranja: $8.000
  • Limón: $4.500
  • Sandía: $4.000 el kg (¡imposible de pagar!)
  • Manzana: $20.000 el cajón
  • Banana: $16.000 el cajón

En la feria minorista, la situación no es mejor. El tomate se vende a $1.500 el kilo, la lechuga también. Las manzanas alcanzan $1.800, y las bananas, $2.000 la docena. Los precios son elevados incluso para los revendedores, pero la trampa es otra: no hay quién compre.

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De la abundancia al abandono

“El precio no se mueve porque no hay demanda”, dicen los feriantes. Antes, una suba de la cebolla o de la papa significaba movimiento. Hoy, ni la oferta ni la demanda se animan a respirar. El circuito mayorista está congelado, y la feria minorista, agónica. En lo que fueron centros neurálgicos del comercio hortícola del norte argentino, ya no quedan ni 15 puestos funcionando. La mayoría cerró o sobrevive con lo justo.

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Las imágenes de esta semana lo confirman: puestos desiertos, pasillos sin tránsito, vendedores cabizbajos. Es el reflejo perfecto de un país donde la caída del poder adquisitivo arrasó hasta con la comida básica.

Una crisis que no distingue escalas

La situación en Perico no es una isla. Está encadenada a una crisis nacional e internacional que no afloja. Con una inflación que perfora la renta real, salarios planchados y jubilaciones insuficientes, el consumo interno en Argentina ha colapsado. La fruta dejó de ser habitual en la mesa, la verdura se selecciona por descarte, y muchos feriantes ya ni abren sus puestos porque saben que perderán dinero.

A nivel internacional, los mercados agrícolas mantienen volatilidad por los conflictos globales y la presión del cambio climático. Pero en Argentina, el problema ya no es el precio internacional del tomate, sino que en Perico no hay quien lo compre.

La feria mayorista: termómetro del hambre silenciosa

Perico siempre fue más que un mercado. Es la brújula del pequeño comerciante, del boliviano que cruza a cargar, del jujeño que abastece su negocio, del salteño que busca precio. Hoy esa brújula gira sin norte. El desplome del consumo ha sido tan profundo, que ni siquiera los eventos especiales logran reactivar las ventas.

En los pasillos antes colapsados, se escuchan frases como “la gente entra con lo justo para pagar el almuerzo” o “ni en la mañana ni en la tarde se vende”. Y no es exageración. Es la recesión caminando a cielo abierto.

Un sistema que se desmorona

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Detrás de cada puesto vacío, hay una familia que dejó de trabajar, un agricultor que dejó de producir, un changarín que ya no carga ni descarga. Perico es la prueba viva de que el modelo económico vigente ha quebrado las bases del circuito comercial popular.

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La Feria de Perico, orgullo logístico del norte, es ahora el espejo donde se refleja el fracaso de una economía que solo funciona en los PowerPoint de los ministerios. Afuera, en la tierra real, la comida no se mueve, porque el bolsillo no puede.

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