¿Narcocapitalismo en marcha?: El gobierno argentino y su peligrosa apuesta por el dólar sin controles

¿Narcocapitalismo en marcha?: El gobierno argentino y su peligrosa apuesta por el dólar sin controles

En medio de una crisis económica sostenida, el gobierno de Javier Milei ha lanzado una serie de medidas para atraer divisas a toda costa. Bajo el disfraz de “libertad económica” y “desregulación para la inversión”, se esconde una estrategia que pone en jaque los cimientos éticos y legales del sistema financiero nacional. Más que liberalismo, lo que el presidente propone es un narcocapitalismo sin freno, donde lo único que importa es que los dólares entren, sin importar de dónde vienen ni a qué delito están atados.

Este nuevo paradigma busca eliminar todos los controles estatales sobre la entrada de capitales. Se desmantelan barreras, se deslegitima el rol de los organismos de fiscalización, y se instala la lógica de que el origen del dinero no es problema del Estado. Así, el lavado de activos se torna práctica facilitada, tolerada e incluso celebrada como dinamizadora del mercado. El presidente Milei no propone solo dolarizar la economía: propone que el narcotráfico, la trata, el contrabando y la evasión encuentren en la Argentina una pista libre para transformar su dinero negro en inversiones “legales”.

Es fundamental aclarar que el lavado de dinero es siempre la consecuencia de un delito previo. No hay dinero que lavar si antes no hubo crimen. Blanquear fondos implica reinsertar capitales generados en actividades ilícitas en los circuitos financieros o comerciales formales. ¿Cómo se lava plata? Mediante empresas fantasma, negocios inflados, compraventa de bienes con valores alterados, casinos, cuevas financieras, sociedades offshore… nada nuevo bajo el sol. Lo preocupante es que, hoy, el gobierno pareciera allanar el terreno para que este tipo de maniobras se desarrollen con plena tranquilidad.

¿Cuál es la señal que da el Estado argentino al mundo? Que aquí pueden traer sus dólares todos: el empresario, el evasor, el narco, el político corrupto, el banquero off-the-record. Total, nadie preguntará por su origen. El modelo que se impone no es el del anarcocapitalismo “filosófico” que Milei predicaba en campaña, sino el del narcocapitalismo operativo, donde el capital se vuelve incuestionable y la justicia, un estorbo innecesario. El precio de esta entrega es altísimo: la Argentina se arriesga a ser declarada paraíso del lavado, y eso trae sanciones internacionales, pérdida de credibilidad, aislamiento financiero y deterioro profundo del tejido institucional.

La pregunta que los periodistas y la sociedad entera deberían hacerle al presidente, al ministro de Economía, a cualquier funcionario que hoy celebra estas medidas, es simple: ¿qué opinan sobre el delito precedente? ¿Están dispuestos a mirar para otro lado si el dinero que entra proviene del narcotráfico o la trata de personas? ¿No es acaso su deber velar por la legalidad y el bien común? Porque de eso se trata gobernar: no de facilitar negocios a cualquier precio, sino de construir un país decente.

Si las nuevas medidas buscan captar dólares sin mirar su origen, entonces el Estado se convierte en cómplice. Y cuando el Estado renuncia a su deber de controlar, investigar y sancionar, lo que florece no es la economía, sino el crimen organizado. En nombre del mercado, se instala el caos. En nombre de la libertad, se siembra impunidad. En nombre del dólar, se entrega la soberanía.

La Argentina no necesita lavar más dinero. Necesita limpiarse de quienes quieren hundirla en la lógica de lo ilegal. Y para eso, es hora de alzar la voz, exigir respuestas y marcar un límite.

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