Editorial: Dólares bajo fuego, pueblo en alerta – ¿la próxima estación es la confiscación?
La paciencia del pueblo argentino tiene un límite. Y ese límite empieza a crujir bajo los pies del gobierno de La Libertad Avanza (LLA), que juega a la ruleta rusa con los dólares de los ahorristas. La reciente medida que habilita el uso de divisas “no declaradas” para importación de insumos industriales puede ser vendida como un salvavidas productivo, pero encierra una señal preocupante: el Estado empieza a mirar con codicia lo que no le pertenece.
La maniobra, aunque maquillada de pragmatismo productivista, intenta descomprimir la presión sobre las reservas sin sincerar su verdadero trasfondo: la desesperación. La política económica libertaria ha caído en su propia trampa discursiva. La promesa de dolarización, libertad absoluta y fin del cepo, derivó en un esquema opaco donde el mercado sigue siendo intervenido, los dólares son racionados y los sectores populares siguen pagando el ajuste con hambre.
Los empresarios ven con buenos ojos la posibilidad de usar fondos en negro para importar, creyendo que eso puede reactivar sectores que agonizan. Pero detrás del espejismo de la «reactivación», lo que se esconde es la puerta trasera a una economía bimonetaria paralela, que legaliza lo ilegal mientras se criminaliza al jubilado que compra un dólar solidario o al pequeño ahorrista que teme por sus escasos billetes verdes.
No nos equivoquemos: cuando el gobierno empieza a legitimar divisas no declaradas mientras le niega paritarias a los trabajadores y subsidios al transporte, lo que viene no es desarrollo: es despojo. ¿Después de los ahorros qué? ¿La vivienda? ¿El salario? ¿La propiedad privada?
La política económica de Milei comienza a parecerse peligrosamente a un experimento sin red. Y el pueblo argentino, que ya conoció la confiscación de depósitos, la pesificación forzosa y el corralito, mira con desconfianza este nuevo truco de magia monetaria. Porque si el Estado empieza a bendecir lo negro y castigar lo blanco, no estamos frente a una política liberal: estamos ante una distopía económica disfrazada de libertad.
Los argentinos no son tontos. Y la historia reciente enseña que cuando los gobiernos comienzan a rascar las paredes de la confianza ciudadana, lo que sobreviene no es orden, sino estallido. Y ahí no hay dolarización ni motosierra que alcance.