Mientras los hospitales colapsan, las universidades languidecen y las infancias suplican por atención médica, el plan Milei profundiza una transferencia histórica de riqueza de abajo hacia arriba, consolidando un modelo cruel, extractivista y antinacional.
Informe especial | Por Perico Noticias
“No es que falte plata, es que hay mucho gasto”, dijo el Jefe de Gabinete en una frase tan cruda como reveladora. Pero ¿a qué gasto se refiere? En la Argentina 2025 de Javier Milei, el 1,5% del PBI se destina al pago de intereses de deuda, mientras que todo el salario del sector público nacional —médicos, docentes, policías, administrativos— apenas insume el 1,8%.
Con ese ratio se construye un país: donde las finanzas mandan y las personas sobran. El relato de “ordenamiento macroeconómico” encubre una reorganización brutal de la sociedad. No hay un plan de desarrollo, hay un plan de destrucción planificada, montado sobre deuda, sacrificio del pueblo, represión y una fe ciega en el mercado.
El plan Milei: deuda, ajuste y represión
Bajo la dirección económica de Luis Caputo, el mismo que endeudó al país entre 2016 y 2018, el gobierno volvió al ciclo de los “botes”: títulos públicos con rendimientos del 29,5% en dólares, imposibles de pagar sin una nueva ola de ajuste y entrega. Se endeudan para “reforzar reservas”, lo cual equivale a cortarse un brazo para bajar de peso: una maniobra que no soluciona nada y solo agrava la dependencia.
Mientras tanto, se desfinancian hospitales como el Garrahan, se eliminan programas sociales, se pauperizan los salarios estatales, se eliminan subsidios y se pone a científicos, discapacitados y jubilados en la fila del sacrificio. Pero el sacrificio no es parejo. El sacrificio siempre es del pueblo.
La enfermedad es el neoliberalismo
La metáfora médica del gobierno es aterradora: dicen que la Argentina estaba enferma y que ahora está en tratamiento. Lo que no dicen es que la enfermedad son ellos mismos, el modelo que encarnan, que ya fracasó en los ’90, en 2001 y en 2018.
Las infancias son víctimas. Los trabajadores estatales son descartables. Las universidades públicas, estigmatizadas. El aparato represivo se despliega quirúrgicamente contra jubilados, docentes y pacientes. El ajuste avanza como una trituradora que no se detiene, y lo hace sin anestesia ni promesas de mejora.
Garrahan: símbolo de la resistencia, blanco del ajuste
El intento de desmantelar el Hospital Garrahan —el mayor centro pediátrico público de alta complejidad de América Latina— expone el límite de esta lógica criminal. Niños oncológicos, madres con bebés internados y personal sanitario denuncian el vaciamiento. Se les pide paciencia mientras los salarios se pulverizan y los insumos básicos faltan.
¿Hasta cuándo se puede sostener esta mentira? ¿Qué hay que destruir para que las finanzas estén contentas?
Una estafa con nombre y apellido
Milei gobierna para los grandes ganadores del sistema financiero. Para los que especulan, fugan y exigen sacrificios desde sus yates. La deuda nueva será pagada por generaciones futuras, mientras los servicios esenciales son demolidos hoy. ¿Quién ganó con esto? Los mismos de siempre. ¿Quién paga? El pueblo.
La estafa es integral: ajuste en nombre de la libertad, saqueo en nombre de la eficiencia, crueldad como método. Pero la resistencia está en marcha. Universitarios, jubilados, enfermeros, científicos, madres, jóvenes: todos están empezando a decir basta.
El plan Milei no es una solución: es la institucionalización de la desigualdad y la impunidad financiera. Ya no es una cuestión económica: es moral. Es un dilema histórico. O se reconstruye un proyecto de país basado en la justicia social, o se profundiza el camino hacia el infierno del autoritarismo ultraliberal.
Ya no alcanza con resistir: es hora de reconstruir. Y eso implica decidir quién va a pagar esta estafa: si los de siempre o los que siempre ganan.