«La fusilada que vive: CFK frente al abismo judicial y la historia que no perdona»

«La fusilada que vive: CFK frente al abismo judicial y la historia que no perdona»

En una jornada cargada de simbolismo político y densidad histórica, Cristina Fernández de Kirchner se presentó públicamente en el Partido Justicialista para pronunciar uno de los discursos más conmovedores, críticos y combativos de su trayectoria. A un día de la posible confirmación de su condena por la causa Vialidad, la expresidenta no eligió el silencio, sino la palabra como escudo y la historia como espada.

«Soy una fusilada que vive», declaró con la voz firme de quien se sabe protagonista de una larga saga de persecuciones políticas en Argentina. Desde los fusilamientos de José León Suárez hasta la embestida judicial actual, CFK trazó una línea de continuidad que, lejos de ser casual, ella definió como estructural. «La casualidad no es una categoría política ni histórica», dijo, en alusión a los tiempos que cruzan su eventual proscripción con los aniversarios de crímenes de Estado que marcaron al peronismo.

El partido judicial y el poder económico

Fernández de Kirchner acusó directamente a lo que denominó “el nuevo partido militar”: el partido judicial, reemplazo de las botas por las togas, que hoy funciona —según sus palabras— como guardia pretoriana del poder económico concentrado. Con tono demoledor, apuntó a los vínculos entre sectores del Poder Judicial, medios hegemónicos como el Grupo Clarín y grandes grupos empresarios, afirmando que “los argentinos están cada vez peor, pero a Clarín cada vez le va mejor”.

El alegato no se detuvo en la historia: se proyectó sobre el presente. Cristina vinculó su situación judicial a su rol político de oposición a un modelo económico neoliberal que —sostuvo— ya ha fracasado antes. “Este gobierno cachivache va a fracasar, como todos los modelos de endeudamiento serial”, advirtió, y acusó a la elite económica de querer garantizar una transición hacia otro modelo igual de dócil, sin riesgos para sus privilegios.

“Estar presa puede ser un certificado de dignidad”

En una frase que quedará grabada en el bronce de la memoria popular, CFK lanzó: “Mientras caminen libres los que endeudaron al país, estar presa puede ser un certificado de dignidad”. Su alusión no es solamente a los exfuncionarios de Cambiemos, sino también al sentido profundo de lo que considera una operación de lawfare en su contra: no es contra ella, sino contra el pueblo que representa, y contra la posibilidad de que un modelo de distribución resurja en la Argentina.

CFK dejó en claro que, aunque el fallo la condene, su voluntad política no está derrotada. Su llamado no fue electoral sino organizativo. Exhortó a una nueva etapa de articulación popular que trascienda las lógicas partidarias y se asiente en la empatía, en la historia y en la organización territorial.

La sentencia anunciada

Las palabras finales resonaron como un anticipo del fallo que, según sus propias palabras, ya fue escrito por el poder real. “La bala no salió, pero la sentencia sí lo hará”, recordó, aludiendo al atentado fallido contra su vida y a la portada del diario Clarín que lo vinculaba con la causa judicial. En ese espejo, Cristina se mostró convencida de que su condena será política en apariencia, pero judicial en forma.

Sin embargo, no pidió piedad ni compasión. “Pase lo que pase, seguiremos acá”, dijo ante una militancia que la ovacionó, como si ya se prepararan para un nuevo capítulo de resistencia.

Un acto para los libros

En este clima, la exposición de CFK fue mucho más que un acto de defensa. Fue una reinterpretación de la historia argentina reciente desde la voz de una de sus protagonistas centrales. Una convocatoria a rearmar las filas del campo popular desde la coherencia ideológica, el desprendimiento personal y el recuerdo de las luchas que todavía laten.

Sea cual sea la decisión judicial, el impacto político de este discurso —con su tono de testamento militante y su mirada de largo alcance— marcará un antes y un después en la política argentina. Porque si mañana condenan a Cristina, no será solo la suerte de una líder la que se defina: será, otra vez, el alma de una nación la que esté en juego.

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