«Desde La Quiaca, un grito federal por la democracia: Dante Velázquez convoca a los intendentes a frenar el golpe institucional contra el pueblo»

«Desde La Quiaca, un grito federal por la democracia: Dante Velázquez convoca a los intendentes a frenar el golpe institucional contra el pueblo»

La patria no termina en La Quiaca: desde allí nace. Con esas palabras, el intendente de La Quiaca, Dante Velázquez, ha lanzado un llamado que resuena como un trueno en medio del silencio complaciente que atraviesa buena parte de la dirigencia argentina. En un contexto político convulsionado, donde la Corte Suprema confirmó la condena a Cristina Fernández de Kirchner, Velázquez interpela a la clase política, a los intendentes, a los ciudadanos de a pie: “Las comunas son el kilómetro cero de la democracia, y hoy, la democracia está en riesgo”.

La decisión de la Corte no es un hecho jurídico aislado: es una jugada de alto voltaje político que ha modificado el tablero institucional argentino. La sentencia no sólo consagra la inhabilitación de la principal dirigente del peronismo de las últimas décadas, sino que profundiza la fractura social, acelera los tiempos y desenmascara una estrategia de disciplinamiento desde las alturas del poder real. Desde los micrófonos de los grandes medios hasta los despachos palaciegos, el mensaje es claro: quien no se somete, será proscripto.

Velázquez no es un caudillo de ocasión. Es un intendente del norte extremo, de una ciudad fronteriza que sufre, como tantas otras, el retiro del Estado nacional, la indiferencia mediática y el abandono económico. Sin embargo, su palabra trasciende los límites geográficos porque encarna la voz de miles de argentinos que ven en sus municipios el último resguardo de contención y dignidad. Allí donde el gobierno nacional impone motosierra, ajuste y desprecio por los más vulnerables, los intendentes sostienen, con lo poco que tienen, comedores, escuelas, dispensarios, asistencia directa. Son la última trinchera del Estado en un país que se desangra.

La condena judicial y la condena social

La condena a CFK ya no es sólo un fallo legal. Es un símbolo. Es una advertencia a toda la dirigencia política que no forme parte del actual proyecto libertario-conservador. Es un modo de reescribir la historia reciente, borrar a la fuerza la memoria popular y redefinir el futuro según los moldes de una República sin pueblo. Velázquez lo dice con todas las letras: “Si esto le pasa a alguien que fue presidenta, reelecta, y vicepresidenta, ¿qué nos espera a los que caminamos a diario los barrios más humildes?”.

Pero su denuncia no se queda en la queja. Convoca a construir una Mesa Federal de Intendentes, transversal, comprometida, capaz de articular una reacción institucional que frene la deriva autoritaria. Porque, según el jefe comunal, “ya no se trata de Juan, Pedro o María. Se trata de todos. Nos están tocando a todos”.

¿Dónde están los otros?

La pregunta que emerge desde la puna jujeña atraviesa a todo el país: ¿dónde están los gobernadores? ¿Los senadores? ¿Los dirigentes sindicales? ¿Los referentes sociales y culturales? ¿El progresismo que alguna vez marchó contra la impunidad? ¿El peronismo que dice defender a los más humildes?

La democracia no se defiende con tuits ni con efemérides. Se defiende con presencia, con acción, con coraje. Lo que denuncia Velázquez es el silenciamiento programado, la anestesia colectiva, la fragmentación premeditada de un pueblo que parece estar naturalizando que sus dirigentes más representativos sean desplazados a fuerza de expedientes exprés y operaciones mediáticas.

La política frente al abismo

En su declaración, Velázquez alerta además sobre un dato que muchos prefieren ignorar: la indigencia se ha convertido en el destino real de gran parte del pueblo trabajador. La brecha entre la inflación que Milei dice controlar y el poder adquisitivo que la gente realmente tiene se ensancha día tras día. La motosierra arrasa con derechos, estructuras, servicios esenciales, y detrás de esa devastación no hay derrame alguno.

En este clima de precariedad extrema, la política tiene una sola salida: reconstituirse como herramienta de transformación o desaparecer como casta inútil y temerosa. Velázquez, peronista pero crítico, lo expresa con claridad: “El peronismo también se ha equivocado, pero jamás persiguió a sus adversarios como hoy se persigue a quienes piensan distinto”.

Una primavera que aún no llegó

Hoy el país transita un invierno duro. De persecución, de hambre, de fragmentación. Pero también, como sugiere esta proclama desde La Quiaca, puede ser la antesala de una nueva primavera. No una primavera melancólica ni nostálgica. Una primavera disruptiva, rebelde, inteligente y federal, capaz de volver a poner a los pueblos en el centro de la política.

Tal vez esa primavera no la encarne ni el peronismo tradicional, ni la Libertad Avanza, ni el progresismo de café. Tal vez surja de los márgenes, de las comunas, de los municipios, de los barrios. Tal vez esté gestándose, hoy, mientras escribimos estas líneas, en una cocina de Alto Comedero o en una escuela rural de Abra Pampa.

Porque la patria no termina en La Quiaca. Ahí empieza. Y desde ahí, Dante Velázquez acaba de dar el primer grito federal por la democracia.

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