Mientras Paraguay redobla su protagonismo en la nueva era de los Corredores Bioceánicos con infraestructura concreta, financiamiento externo asegurado y visión estratégica para posicionarse como un eje logístico del Cono Sur, Jujuy asiste a este reordenamiento continental con una pasividad alarmante. Aunque geográficamente forma parte del trazado bioceánico y tiene un papel potencialmente clave en la conexión con puertos chilenos, las gestiones y capacidades reales de la provincia para insertarse con competitividad en esta matriz emergente son, hasta ahora, absolutamente insuficientes.
El nuevo mapa de poder en Sudamérica
La reciente publicación del Ministerio de Obras Públicas del Paraguay celebrando su rol protagónico en el Corredor Bioceánico Central —con obras concretas como el Puente Carmelo Peralta–Puerto Murtinho y el avance del Lote 3 en Mariscal Estigarribia— no es solo una campaña institucional: es una advertencia geopolítica. Paraguay, un país sin litoral marítimo, se prepara para ser bisagra entre el Atlántico brasileño y el Pacífico chileno, ofreciendo logística, seguridad jurídica y previsibilidad. ¿Dónde está Jujuy frente a esto?
La respuesta no es alentadora. La provincia, asfixiada por una coparticipación nacional en caída libre y un mercado internacional que le ha cerrado el acceso al crédito, no cuenta con los recursos ni con un proyecto de infraestructura ambicioso que le permita subirse con autonomía y protagonismo a esta red continental.
¿Infraestructura para competir o para resistir?
Jujuy ha apostado en los últimos años por cambiar su matriz productiva: litio, cannabis medicinal, energías renovables. Pero los corredores bioceánicos no se construyen solo con commodities, sino con caminos, rutas, nodos logísticos, ferrocarriles y puertos secos. En este punto, la pregunta es dolorosa pero inevitable: ¿hemos invertido mal?
El litio genera divisas, sí, pero no riqueza distribuida. El cannabis medicinal tiene impacto, pero limitado en escala. La solarización de la Puna es innovadora, pero no basta para empalmar con los requerimientos industriales, comerciales y logísticos del nuevo orden suramericano. Jujuy necesita mucho más que inversiones fragmentadas: necesita una visión estratégica integral.
El dilema de los “derivadores”
En cualquier trazado bioceánico habrá rutas troncales y rutas derivadas. Jujuy, sin intervención y planificación a gran escala, corre el riesgo de convertirse en un simple derivador: un desvío ocasional, una alternativa marginal al corredor principal que cruzará por Paraguay, Mato Grosso do Sul y el norte chileno. Ese escenario es estructuralmente peligroso: consolidaría a la provincia como periferia de la periferia.
¿Tiene Jujuy capacidad de revertirlo? Sí, pero requiere decisiones audaces, alianzas interprovinciales (con Salta y Tucumán, por ejemplo), financiamiento externo con garantía soberana (improbable con el actual cepo financiero), y un modelo de desarrollo logístico-productivo que integre infraestructura vial, transporte ferroviario, hubs de carga y cadenas de valor industrializadas.
Un nuevo horizonte productivo: ¿estamos a tiempo?
El margen de maniobra es corto, pero no inexistente. La construcción de un nuevo esquema económico y distributivo requiere un viraje conceptual: dejar de pensar en Jujuy como una provincia extractiva y empezar a pensarla como una plataforma de integración logística, agroindustrial y tecnológica. Eso significa invertir en conectividad multimodal, en zonas francas que funcionen, en educación técnica aplicada al nuevo orden global y, sobre todo, en un Estado que planifique más allá del presupuesto del próximo trimestre.
El gobernador y sus equipos deberán responder si seguirán gestionando parches o si están dispuestos a liderar una reconfiguración real del rol de Jujuy en Sudamérica. El tren de los corredores bioceánicos no espera.