“Amarga cosecha”: la queja de Sadir y los gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo

“Amarga cosecha”: la queja de Sadir y los gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo

La reunión de gobernadores con el vicejefe de Gabinete del Interior, Lisandro Catalán, y el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, sirvió como escenario para una nueva queja federal. Carlos Sadir, gobernador de Jujuy, manifestó su preocupación por la afectación creciente de las transferencias nacionales hacia las provincias, que mes a mes ponen en jaque los presupuestos de cada jurisdicción. En su comunicado, hizo foco en la coparticipación, los fondos para obras públicas y los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), exigiendo que se respeten las leyes vigentes. Sin embargo, este planteo evidencia una contradicción profunda y creciente: los mismos mandatarios que firmaron el pomposo Pacto de Mayo y consintieron el avance de la Ley Bases, ahora cosechan las consecuencias de un modelo que ayudaron a legitimar.

Gobernadores al borde del abismo

El reclamo de Sadir se suma al de otros gobernadores que hoy se sienten asfixiados por la motosierra fiscal del presidente Javier Milei. Mes a mes, las provincias ven licuados sus ingresos y postergadas las transferencias automáticas. Lejos de una convivencia institucional armónica, se vive un modelo en el que la discrecionalidad y el castigo político se imponen por sobre el federalismo. La advertencia de Sadir apunta a la necesidad de cumplir con lo que marca la ley: “no se puede lograr superávit a costa del interior del país”. Pero la ironía es elocuente: cuando fue tiempo de advertir sobre las consecuencias de empoderar un gobierno con tendencias centralistas, los gobernadores priorizaron la obediencia política.

La paradoja del Pacto de Mayo

No se puede reclamar reglas justas habiendo firmado un pacto de sometimiento. El Pacto de Mayo fue presentado como un acuerdo de unidad nacional, pero en los hechos fue una claudicación: incluyó compromisos que favorecían la concentración del poder económico y político en la Nación, especialmente en un gobierno que ya mostraba sus intenciones de desmantelar el federalismo fiscal. Los gobernadores que hoy piden justicia distributiva son los mismos que avalaron con su firma y con sus votos legislativos una ley de Bases que habilita privatizaciones, reformas regresivas y ajuste al gasto social. El “libro de Milei” no fue impuesto por la fuerza; fue convalidado con consenso. Esa es la amarga cosecha que ahora enfrentan.

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Una ley sin Nación y provincias sin ley

Mientras Nación se jacta de su superávit fiscal, las provincias sobreviven como pueden. Sin obras públicas, sin aportes extraordinarios, sin actualización de partidas, muchas jurisdicciones apenas pueden pagar sueldos y sostener servicios esenciales. En ese contexto, Sadir impulsa un proyecto para que el Impuesto a los Combustibles se distribuya de forma equitativa y para que el ATN se reparta respetando los coeficientes de coparticipación. Es un intento de institucionalizar lo que el gobierno nacional maneja hoy como caja política. El problema es que, en este nuevo orden sin reglas, el sentido común republicano ya no tiene valor: lo que define la política nacional es la obediencia, no la ley.

¿Es posible un nuevo federalismo?

La reacción de los gobernadores, aunque tardía, es un síntoma de que algo se mueve en el mapa del poder. Hay una grieta emergente no solo entre Nación y provincias, sino entre lo que se prometió como nuevo pacto social y lo que efectivamente se impone: un modelo de castigo fiscal y disciplinamiento institucional. Si bien es cierto que el federalismo argentino arrastra décadas de deformaciones, lo actual no es una corrección, sino un vaciamiento. Sadir y sus pares deben decidir si solo reclaman lo que les falta o si están dispuestos a revisar el rumbo que ayudaron a consolidar.

Amarga cosecha

La frase que mejor define el momento que atraviesan los gobernadores es esa: “amarga cosecha”. Porque sembraron apoyo a un modelo que hoy los estrangula. Porque avalaron con sus gestos y votos un orden que ahora les niega lo básico. Porque callaron cuando se destruyó la obra pública, cuando se recortaron los fondos docentes, cuando se eliminó la progresividad fiscal. Hoy lloran los frutos, pero no pueden negar que fueron parte de la siembra. Y el pueblo lo sabe.

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