Redacción Perico Noticias // En una Argentina cada vez más desgarrada por dentro, el gobierno nacional avanza en su hoja de ruta con una violencia institucional que ya no se disimula. La desactivación del derecho a huelga —a través de la ampliación arbitraria de “actividades esenciales” que abarcan prácticamente todos los sectores laborales— no es una medida administrativa: es un golpe directo al corazón de la democracia social.
La reciente maniobra del Ejecutivo, que retoma las restricciones del DNU 70/23 declarado inconstitucional, convierte en delito el derecho histórico de los trabajadores a organizarse, detener tareas y manifestarse. La CGT ya anunció que acudirá a la Justicia, pero el mensaje ya fue enviado: el gobierno no negocia, no escucha, no contiene. Solo reprime y recorta.
Este miércoles, en el Congreso, la escena fue tan simbólica como brutal: se cayó la sesión en Diputados que debía tratar la situación de los jubilados y la comisión investigadora del escándalo de los seguros ($LIBRA). Afuera, los jubilados reprimidos. Adentro, la política ausente o cómplice. Celebró el oficialismo, porque su victoria no es un proyecto de país, sino el vaciamiento absoluto de todo debate democrático.
EL ESTADO COMO ARMA, NO COMO REFUGIO
Este no es un gobierno con un plan, es un plan sin gobierno. Y ese plan tiene nombre y apellido: Fondo Monetario Internacional. Se cumplen a rajatabla las recetas de ajuste estructural, recorte fiscal, y destrucción de derechos, mientras las promesas de inversión, crecimiento y estabilidad siguen brillando por su ausencia.
Los salarios caen, los precios no bajan, los despidos se multiplican y las tarifas vuelven inalcanzables. La “libertad” prometida terminó siendo para unos pocos, mientras el resto sobrevive en un país donde los trabajadores no pueden protestar, los jubilados no pueden comer, y los pobres no pueden ni siquiera pedir ayuda.
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
El panorama político se torna cada vez más siniestro. Mientras cada vez menos argentinos participan en las elecciones, La Libertad Avanza avanza. Se alimenta del descreimiento, del hartazgo, del antipolítica. Se fortalece con el vacío que deja una oposición fragmentada y paralizada. Y en ese proceso, consolida un poder que no debate, sino que impone.
Lo que está en juego ya no es un gobierno. Es el modelo de país que sobrevivirá a esta tormenta. Uno donde los jubilados son empujados a la indigencia, los trabajadores son silenciados, los medios son disciplinados, y la justicia laboral es pisoteada. ¿Cuánto tiempo puede sostenerse una democracia donde los derechos son opcionales y la represión es ley?
¿PUEDE EL PUEBLO ARGENTINO ENCONTRAR UN CONSENSO EN MEDIO DE LA ATOMIZACIÓN?
La pregunta es urgente. En un mundo fragmentado, individualista, híperconectado pero desvinculado, la única posibilidad de salida real es el reencuentro social. Volver a mirarnos como comunidad. Dejar de ver al otro como enemigo, y reconstruir una agenda nacional de dignidad, trabajo, respeto y justicia.
Pero para eso, se necesita más que elecciones. Se necesita voluntad política. Se necesita un Estado que abrace, no que expulse. Se necesita memoria, coraje y organización.
La historia ya nos advirtió: las sociedades que naturalizan el atropello terminan devoradas por su propio silencio. Y en esa grieta de dolor, de angustia y de injusticia, solo florecerá la barbarie si no sembramos, juntos, una respuesta colectiva.