Redacción Perico Noticias // Donald Trump ha dado el golpe de gracia a Ucrania: no solo ha desfinanciado a Kiev, sino que sus asesores ya le susurran al oído que Volodímir Zelensky debe renunciar si quiere evitar la disolución total de su país. Desde Washington, el mensaje es claro: Ucrania es insostenible como Estado en su forma actual, y la «paz» será sinónimo de balcanización. La pregunta es inevitable: ¿qué significa este precedente para Argentina y su presidente, Javier Milei, quien hasta hace pocos meses idolatraba a Zelensky y lo ponía como ejemplo de resistencia libertaria?
Hoy, Milei ha girado bruscamente hacia Trump, alineándose con su nueva postura de «pacificación», mientras su propio gobierno se desmorona bajo la presión de un escándalo financiero que lo persigue hasta el corazón del sistema judicial estadounidense. El caso Libra, la fallida criptomoneda promocionada por el presidente argentino en redes sociales, no solo ha sido señalada como una estafa internacional, sino que ha puesto a Milei en una posición frágil ante la justicia norteamericana, el único tribunal que realmente podría exigirle explicaciones. En Argentina, el Congreso y la Corte Suprema han decidido mirar para otro lado, pero en Estados Unidos los negocios fraudulentos no se olvidan fácilmente.
Este punto es clave: si Trump decide que Milei es prescindible, la caída del presidente argentino será tan rápida como la de Zelensky. Pero hay algo más profundo en juego: el nuevo acuerdo con el FMI, sumado a la posibilidad de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, no son meras decisiones económicas, sino la antesala de un proceso más amplio de desmantelamiento territorial de Argentina.
Buenos Aires en la mira: la guerra preventiva de Milei contra su propia provincia
Milei lo sabe. La presión internacional sobre Argentina está escalando, y la única manera de hacer viable su modelo es desactivar la mayor resistencia interna a sus políticas: la provincia de Buenos Aires. No es casualidad que haya elegido atacarla con furia, exigiendo la renuncia del gobernador Axel Kicillof y sugiriendo abiertamente la posibilidad de una intervención federal. ¿Por qué este ensañamiento?
Porque Buenos Aires tiene un as bajo la manga que la diferencia de cualquier otra provincia: su soberanía constitucional para emitir moneda propia. Si el escenario económico sigue deteriorándose, Buenos Aires podría convertirse en una «Argentina dentro de Argentina», con una política monetaria autónoma que le permita desligarse del peso de las decisiones nacionales. Para Milei y su círculo más cercano, esto es inaceptable. La posibilidad de una provincia fuerte y financieramente independiente arruina cualquier intento de desmembrar al país en regiones dóciles al capital extranjero.
La estrategia parece clara: primero, deslegitimar las instituciones bonaerenses acusándolas de corrupción y connivencia con la delincuencia. Luego, imponer una intervención que desmantele su autonomía política y financiera. Una vez desarticulado su aparato institucional, se allanaría el camino para una mayor injerencia internacional, facilitando la fragmentación del país en regiones económicamente dependientes de acuerdos bilaterales con Washington y otras potencias.
Argentina, ¿camino a la balcanización?
Mientras Milei trata de distraer con su retórica incendiaria contra el kirchnerismo y la «casta», las piezas del ajedrez geopolítico están cayendo en su lugar. Con el FMI exigiendo un nuevo ajuste, un Tratado de Libre Comercio que podría sellar la dependencia económica de Argentina, y la guerra de Milei contra Buenos Aires, el escenario se vuelve cada vez más claro: Argentina está en riesgo de convertirse en la nueva Ucrania, pero sin guerra.
Las provincias, empobrecidas y sin margen de acción, podrían ver en la autonomía regional su única salvación económica. La balcanización de Argentina no sería el resultado de una invasión extranjera, sino de un proceso de descomposición interna incentivado por la asfixia financiera y la entrega de la soberanía a intereses externos. Buenos Aires es el último bastión que impide este escenario, y por eso Milei quiere dinamitarlo antes de que se convierta en un obstáculo real.
Lo que parece una teoría de conspiración hoy, bien podría ser la realidad en pocos años. Pregúntenle a los ucranianos, que hace apenas una década jamás imaginaron que su país sería desmembrado ante la indiferencia de sus antiguos aliados. En Argentina, el reloj está corriendo.
¿Milei, un Zelensky en espera de su sentencia?
Donald Trump, con su pragmatismo brutal, no tiene lealtades permanentes. Si Milei deja de ser útil, será descartado sin miramientos, como está ocurriendo con Zelensky. Argentina podría estar a las puertas de su propia crisis existencial, y el gran interrogante es si las provincias serán capaces de resistir o si seguirán el mismo destino de Ucrania: desmembradas y serviles a intereses extranjeros.
Si todo esto suena a ciencia ficción, basta con recordar que en 2019 Ucrania aún soñaba con recuperar Donetsk y Lugansk. Hoy, ni siquiera tiene asegurada su existencia como nación unificada. Argentina, con Milei a la cabeza, se asoma peligrosamente a un destino similar.