Argentina en modo extravío: cambia el gabinete, no el libreto

Argentina en modo extravío: cambia el gabinete, no el libreto

La Argentina amaneció con nuevos nombres en la marquesina —Diego Santilli en Interior y Manuel Adorni en la Jefatura de Gabinete—, pero el libreto sigue igual: recesión profunda, salarios exhaustos, provincias en terapia de liquidez y un poder económico que se sostiene con respiración asistida desde afuera. Cambiaron las caras; no cambió el diagnóstico ni el remedio.

Cambiar ministros sin cambiar el marco

Interior y Jefatura son sillones políticos, no palancas macro. Cuando el problema es económico —y es económico—, mover fichas de coordinación política mientras el modelo de fondo permanece intocado es administrar la platea, no la máquina. Los gobernadores lo saben: llegan “señales” de diálogo, pero no llegan soluciones para caja, obra, empleo y paritarias que no sean licuación.

La victoria pírrica: foto de poder, economía en coma

La épica del oficialismo se sostiene en una idea: “ganamos, por lo tanto gobernamos”. Pero la economía responde con otro idioma: actividad en caída, consumo planchado, inversión congelada, endeudamiento familiar récord, fuga de capital financiero habilitada por expectativas cruzadas y un esquema que solo se estabiliza con asistencia extraordinaria. Es decir: política que celebra una foto; economía que señala la puerta de emergencia.

Intervención externa: la tutela que nadie admite

El corazón del problema no está en la agenda de conferencias de prensa. Está en la dependencia. Argentina opera bajo un tutelaje financiero y político que se volvió explícito: líneas extraordinarias, “apoyo” condicionado, operaciones en el mercado local para evitar incendios cambiarios. El relato oficial lo vende como confianza; en la calle se siente como suero. La frase brutal —“el país se muere, necesita rescate”— no fue local: vino de afuera, junto con la exhibición de fuerza que inclinó la cancha electoral. Soberanía no es agradecer la sonda; es no necesitarla todos los meses.

Provincias: tablero con fichas prestadas

La “paz” con gobernadores es formal. Los mandatarios provinciales piden previsibilidad de transferencias, obra pública mínima, reglas cambiarias claras para sus economías regionales y un horizonte de empleo real. A cambio reciben ajuste sin amortiguadores y promesas de reformas que no crean trabajo en ciclo recesivo. Con esa ecuación, cualquiera puede presidir Interior; nadie podrá presidir la realidad.

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El error de diagnóstico: creer que la sociedad aguanta infinito

El mileísmo lee el malestar como “mérito del sacrificio”. La sociedad lo vive como humillación. Familias con dos laburos que no llegan, pymes que aguantan nómina con deuda cara, jóvenes que ven migración como plan A. Cuando esa herida moral no recibe respeto ni respuesta —empleo, salario que alcance, horizonte—, aparece la anestesia del odio: buscar culpables más débiles para sentir que “algo” se mueve. Eso estabiliza elecciones; destruye comunidades.

Lo que haría un gobierno que quisiera salir del modo extravío
  • Recalibrar el ancla: programa macro creíble con metas de desinflación compatibles con actividad, no contra la actividad.
  • Crédito productivo contracíclico: líneas federales para pymes y economías regionales con fondeo real y rulebook claro.
  • Ingreso y empleo: paritar sobre inflación esperada + cláusulas de revisión trimestral; plan de obra chica intensiva en trabajo local.
  • Comercio exterior inteligente: dólares para insumos críticos y exportación incremental con trazabilidad simple (sin laberintos).
  • Pacto de respeto institucional: menos conferencia, más regla; menos “staging”, más política de verdad con provincias y sectores.

Hoy nada de eso ocurre. Cambiamos trompeta; seguimos tocando la misma marcha fúnebre.

Sin proyecto nacional, no hay gabinete que alcance

Santilli y Adorni podrán ordenar pasillos y agenda mediática. No van a torcer la recesión ni a devolver poder adquisitivo por decreto. El problema no es quién conduce la conferencia, sino quién conduce la economía y a qué intereses obedece. Mientras la estabilización dependa de líneas externas con condicionalidad política, mientras el esfuerzo caiga siempre del mismo lado del mostrador y mientras la humillación cotidiana se camufle de “virtud”, el país seguirá extraviado.

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La salida no es cosmética. Es estratégica: volver a poner trabajo, industria y conocimiento en el centro, recuperar dignidad del salario, reconstruir federalismo fiscal real y cortar el cordón de la tutela. Eso exige un proyecto nacional, no un cambio de voceros. Hasta entonces, cada recambio de gabinete será eso: una nueva etiqueta en la misma botella.


¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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