Redacción Perico Noticias //La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, ha elogiado recientemente al presidente argentino, Javier Milei, por las políticas de ajuste aplicadas en el país. Desde su perspectiva, estas medidas son un «gran trabajo» en términos de orden macroeconómico. Pero mientras el FMI celebra, cabe preguntarse: ¿qué sucede en las calles de Argentina? ¿Es sostenible un sistema basado en ajustes perpetuos? Y lo más importante: ¿quiénes están pagando el precio?
Ajustes sin presos ni corruptos: una pregunta sin respuesta
El ajuste económico ha sido una constante en la historia reciente de Argentina, pero siempre con un protagonista silenciado: la inequidad en su implementación. Las medidas de austeridad suelen recaer sobre las espaldas de los sectores más vulnerables, mientras la clase dirigente sigue intacta. Los elogios internacionales al «esfuerzo fiscal» no mencionan la falta de una cruzada real contra la corrupción o la impunidad de aquellos que llevaron al país al colapso financiero.
El ajuste actual no ha generado grandes reformas estructurales para perseguir a los responsables de la evasión fiscal, la corrupción sistémica o los abusos en la administración pública. En cambio, el esfuerzo se centra en reducir subsidios, recortar gastos sociales y aumentar tarifas, impactando directamente a una población ya golpeada por la inflación y la desigualdad.
El costo del ajuste: ¿un ascenso social imposible?
La economía argentina se encuentra atrapada en un ciclo de ajustes que parecen perpetuar la pobreza y la resignación. Mientras el FMI celebra los éxitos macroeconómicos, el ciudadano común se enfrenta a un futuro incierto. La posibilidad de ascenso social, que alguna vez fue un motor del sueño argentino, se ha convertido en una quimera para millones.
La promesa de crecimiento y estabilidad que acompaña a las políticas de ajuste rara vez se cumple en los términos esperados. ¿Cómo puede una sociedad salir de la pobreza si las oportunidades de educación, salud y empleo formal están cada vez más restringidas? El ajuste perpetuo, sin una visión de desarrollo inclusivo, no solo agota los recursos materiales de la población, sino también su esperanza.
Una macroeconomía sin rostro humano
El festejo del FMI parece olvidar que la economía no es solo una cuestión de números. El «gran trabajo» del ajuste se mide en déficit reducido, reservas estabilizadas o tasas de interés controladas, pero ¿qué sucede con los indicadores sociales? ¿Dónde está el alivio para los millones que viven en la pobreza o que trabajan en condiciones precarias?
El ajuste económico necesita acompañarse de políticas que protejan a los sectores más frágiles, fomenten la inversión productiva y garanticen oportunidades reales para el desarrollo humano. Sin esto, las mejoras macroeconómicas se convierten en cifras vacías para la mayoría.
El laberinto eterno: ajuste tras ajuste
Argentina parece atrapada en un ciclo interminable de políticas de emergencia. Cada gobierno implementa ajustes para «ordenar» la economía, pero la falta de planificación a largo plazo y las deudas con el pasado terminan por desmoronar cualquier avance. La pregunta es si este ajuste, elogiado por el FMI, es distinto a los anteriores o si simplemente prepara el terreno para el próximo colapso.
La clave está en romper con este laberinto eterno. El ajuste no puede ser un fin en sí mismo. Es hora de replantear el modelo de desarrollo, priorizando la justicia social, la reducción de desigualdades y la lucha frontal contra la corrupción. Sin estos elementos, cualquier esfuerzo económico está destinado al fracaso.
Entre el aplauso externo y el silencio interno
El aplauso del FMI es un reconocimiento que podría tener peso en los mercados internacionales, pero que dice poco sobre la realidad cotidiana de los argentinos. La pregunta que debería inquietar a quienes celebran estos elogios es clara: ¿cuánto tiempo puede sostenerse una sociedad sobre ajustes que no generan prosperidad compartida?
Si Argentina quiere salir de su laberinto eterno, necesita un proyecto que trascienda los ajustes y construya un camino hacia la inclusión, el desarrollo y la equidad. Sin ello, las felicitaciones del FMI serán solo un eco vacío en un país que sigue buscando su rumbo.