Redacción Perico Noticias // La rivalidad entre China y Estados Unidos se intensifica con cada trimestre que pasa, y las implicancias para la economía global son profundas. Donald Trump, con su mantra de «Make America Great Again», enfrenta el desafío monumental de frenar el ascenso económico de China, que apunta a convertirse en la principal potencia mundial. La lucha, que ya se libra en los frentes monetario, fiscal y comercial, promete redefinir el equilibrio de poder global.
El objetivo de Trump: Llevar el crecimiento de EE.UU. al 5%
Para Trump, alcanzar un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 5% es más que una meta económica: es una declaración de intenciones. Este nivel de crecimiento permitiría a EE.UU. cerrar el GAP que China recorta trimestre a trimestre gracias a su dinamismo económico. Sin embargo, lograrlo requiere maniobras audaces y decisiones políticas calculadas.
Uno de los pilares es el consumo personal (PCE, por sus siglas en inglés), que representa una fracción significativa del PIB estadounidense. Trump busca incentivar este consumo a través de rebajas fiscales agresivas, dirigidas a fortalecer el poder adquisitivo de los hogares. Además, las exportaciones netas desempeñan un rol crucial. Un superávit comercial más robusto, junto con un gasto gubernamental disciplinado, podría cimentar un crecimiento sostenido.
China: La estrategia del crecimiento imparable
Por otro lado, China no ha perdido el tiempo. Con un modelo económico orientado hacia la expansión y la inversión en infraestructura, el país asiático sigue ganando terreno. Su enfoque en la tecnología, la manufactura avanzada y el comercio internacional fortalece su posición en la cadena de valor global. Beijing, además, se ha movido con astucia en el frente monetario, desafiando la hegemonía del dólar a través de iniciativas como el yuan digital.
La batalla de los aranceles y la política fiscal
Uno de los escenarios más visibles de esta competencia es la guerra comercial. Estados Unidos ha impuesto aranceles sobre bienes chinos en un intento de reducir el déficit comercial y proteger sus industrias. Pero estas medidas también han desencadenado represalias por parte de China, afectando a sectores clave como la agricultura y la tecnología.
Para Trump, el dilema es claro: expandir el gasto de los hogares mediante rebajas fiscales o confiar en una política arancelaria que redistribuya la producción. Ambas opciones tienen sus riesgos, pero son fundamentales para evitar que China alcance la supremacía económica.
El futuro de la hegemonía global
El desenlace de esta competencia tendrá ramificaciones históricas. Si China logra superar a EE.UU. como la primera economía del mundo, marcará el fin de una era dominada por Occidente. Esta posibilidad no solo impactará a los mercados financieros, sino también a la diplomacia global y las alianzas geopolíticas.
Mientras tanto, los ciudadanos y líderes del mundo observan con atención. ¿Podrá Estados Unidos mantener su posición como el líder económico global, o estamos en la antesala de un «siglo chino»? Las respuestas a estas preguntas se construirán en los próximos años, pero lo que está claro es que el mundo está cambiando rápidamente.
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