La muerte del exasesor presidencial ucraniano Andriy Portnov en Madrid, ejecutado a tiros en una operación con tintes de ejecución extrajudicial, no puede leerse únicamente como un crimen aislado o un ajuste de cuentas político. La dimensión del hecho y los actores involucrados nos obligan a situarlo en una nueva fase de la guerra híbrida que se extiende desde el corazón de Europa del Este hasta los bastiones del poder occidental. Simultáneamente, el anuncio de Donald Trump sobre el proyecto Golden Dome, una cúpula defensiva de $175 mil millones, suma una capa estratégica a un tablero cada vez más complejo: el regreso de la doctrina del escudo, esta vez no solo para misiles, sino también para la narrativa geopolítica global.
Portnov y la sombra de Kiev
Andriy Portnov, abogado y exasesor del derrocado presidente Viktor Yanukovich, llevaba años residiendo fuera de Ucrania. Su inclusión en la base de datos del portal extremista ucraniano Peacemaker, conocido por publicar objetivos señalados como «enemigos del Estado», fue el preludio de un final anunciado. La ejecución en suelo español despierta interrogantes inmediatos: ¿se trató de un crimen de Estado? ¿Fue un mensaje directo desde el poder ucraniano a la diáspora opositora?
El diplomático ruso Rodion Miroshnik no tardó en señalar a Kiev como el origen de los «hilos» del asesinato. En medio de la guerra que enfrenta a Rusia y Ucrania desde 2022, el Kremlin ha sabido utilizar estos eventos como parte de su aparato de propaganda, construyendo el relato de una Ucrania autoritaria y mafiosa, que aplica métodos de limpieza interna al estilo de los servicios secretos soviéticos.
Pero más allá de las narrativas, lo cierto es que Ucrania ha sido acusada en múltiples ocasiones de llevar a cabo operaciones clandestinas fuera de su territorio, en nombre de la “defensa nacional”. La lista de disidentes y figuras incómodas es extensa. Y en este contexto, Portnov, que podría haber manejado información sensible sobre la corrupción y el financiamiento interno del entorno de Zelensky, se transformó en un blanco que no podía hablar.
Trump y la cúpula celestial: la militarización del espacio narrativo
Casi en paralelo, Donald Trump reaparece en escena con un anuncio estruendoso: la creación del Golden Dome, una especie de escudo antimisiles estadounidense de nueva generación. El proyecto, presupuestado en 175 mil millones de dólares y con tres años de ejecución, es presentado como el “mayor sistema defensivo jamás construido”. Pero más allá de su dimensión técnica, el mensaje geopolítico es claro: Estados Unidos se prepara para un orden mundial aún más conflictivo, donde la disuasión vuelve a estar en el centro.
Trump, que ha mostrado simpatías con Vladimir Putin y ha sido crítico de la ayuda sin restricciones a Ucrania, juega ahora con una carta ambivalente. El Golden Dome no solo puede ser interpretado como un freno a China o Irán, sino también como un marco desde el cual negociar con Rusia y poner a Europa bajo presión para redefinir la OTAN. En este tablero, la muerte de Portnov puede ser usada como ficha en una partida mayor, donde las denuncias de autoritarismo ucraniano entran en juego como parte de una campaña de reconfiguración diplomática.
Una Europa expuesta
El asesinato en suelo europeo activa las alarmas de los servicios de inteligencia del continente. No es la primera vez que actores estatales o paraestatales cruzan fronteras para ejecutar disidentes o enemigos políticos (el caso Skripal en el Reino Unido es un precedente elocuente). Pero la ubicación –España, en el seno de la OTAN y la Unión Europea– reviste especial gravedad.
El hecho pone en cuestión la capacidad de protección de los Estados europeos ante las operaciones encubiertas. Si se confirma que Kiev estuvo detrás, la relación entre la UE y Ucrania podría tensarse. Si, en cambio, fue una operación rusa para desacreditar a Zelensky, estaríamos frente a una nueva dimensión de las false flag operations como herramienta de manipulación geopolítica.
La lógica de la guerra híbrida
Vivimos en una era donde la información, las ejecuciones selectivas, las sanciones económicas, la inteligencia artificial y la propaganda se entrecruzan en un mismo ecosistema de conflicto. Portnov, más que un cadáver en una plaza europea, es un símbolo de la fragilidad de los límites tradicionales entre paz y guerra. Y el Golden Dome de Trump no es sólo un proyecto armamentístico, sino una arquitectura ideológica que busca instalar una vez más el eje de la seguridad global bajo mando estadounidense.
Estamos en una etapa donde los viejos bloques no desaparecen, pero mutan. Zelensky, por más apoyo occidental que reciba, no está exento del juicio geopolítico. Y Trump, con su estilo de confrontación mediática, apunta a construir un nuevo marco de referencia donde el miedo al caos refuerce la legitimidad de su cruzada.
Entre balas en Madrid y escudos en Washington, el mundo está asistiendo a una nueva fase de la política internacional: más opaca, más impredecible, y más peligrosa que nunca.