Bombas sobre Irán, inflación sobre el mundo: ¿la guerra que hundirá a Trump?

Bombas sobre Irán, inflación sobre el mundo: ¿la guerra que hundirá a Trump?

El cielo ardió sobre Fordow, Natanz e Isfahán. Estados Unidos desplegó lo que denominó una operación quirúrgica para “neutralizar el programa nuclear iraní”. Pero lo que dejó no fue sólo cráteres y escombros, sino una mecha encendida en el corazón geopolítico del mundo. La operación, encabezada por Donald Trump, no fue simplemente un acto bélico: fue una jugada de alto riesgo que amenaza con pulverizar la economía global, disparar los precios del petróleo, desatar represalias incalculables y encerrar al propio mandatario en la trampa de su contradicción más brutal.

De Fordow a Wall Street

El ataque –si es cierto que logró “obliterar” la planta subterránea de Fordow como aseguran los halcones de Washington– costó miles de millones en armas convencionales de máxima potencia. Las “Bunker Buster Bombs”, madres de todas las bombas no nucleares, cuestan más de 2.300 millones de dólares por unidad. Su uso revela no sólo una demostración de fuerza, sino un mensaje: “Estados Unidos puede, aunque cueste lo impensable”.

El problema es que esa potencia, lejos de calmar al mundo, lo ha empujado al borde del colapso económico. El precio del petróleo ya comenzó a escalar tras la amenaza iraní de cerrar el Estrecho de Ormuz, por donde circula un tercio del crudo global. Si esto se concreta, el barril podría trepar a cifras históricas. Y con él, vendrá una oleada inflacionaria que ningún plan de estabilización podrá frenar, ni siquiera en Estados Unidos, donde la reciente calma inflacionaria podría volverse humo.

Trump, rehén de su guerra

El efecto bumerán ya comenzó. El mercado teme. Wall Street no aplaudió: se paralizó. Porque más allá del discurso grandilocuente de Trump, hay una verdad incómoda: su base electoral MAGA está contra esta guerra. Según The Times of Israel, el 90% de sus votantes rechaza el conflicto con Irán. Aliados de peso como Steve Bannon o Tucker Carlson lo advirtieron: “Esta no es nuestra guerra”.

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Si Trump se equivoca, podría no sólo perder la elección sino dinamitar lo que quedaba de credibilidad del «America First». Hoy aparece como el ejecutor de los intereses de Netanyahu, tragando el sapo de una guerra ajena y poniendo en riesgo a su pueblo. Sus enemigos internos –el deep state, los demócratas y los halcones de la industria armamentista– lo empujaron a este abismo.

Europa patética, Israel eufórico, Irán en silencio letal

Europa volvió a demostrar su insignificancia estratégica. Los cancilleres de Reino Unido, Francia y Alemania apenas balbucearon frases de ocasión. Israel, en cambio, brilla con su “opción Sansón” latente, recordando Hiroshima y Nagasaki con una impunidad que hiela la sangre. Tel Aviv sueña con decapitar al eje chiita y reposicionarse como la vanguardia de Occidente. Pero no sin consecuencias.

Irán ha prometido responder. No con declaraciones: con hechos. Desde Hezbolá en Líbano hasta los hutíes en Yemen, el mapa de Medio Oriente es un tablero listo para prenderse fuego. Misiles hipersónicos, sabotajes, atentados y cierres logísticos serán su moneda. Ya se sabe que Teherán evacuó las plantas nucleares y retiró sus centrífugas antes del ataque. ¿Y si la “victoria” fue solo propaganda?

¿Y si esta guerra no se puede ganar?

La historia de Estados Unidos en guerras prolongadas es trágica. Vietnam, Afganistán, Irak. El problema nunca fue ganar la primera batalla. El problema fue todo lo que vino después. Hoy, Irán no es un Estado fallido. Tiene fuerza militar, inteligencia, estrategia, y sobre todo paciencia.

Y hay algo más: la desinformación como arma. Esta es la primera guerra global donde la mentira mediática es tan destructiva como un misil. La narrativa occidental celebra éxitos que quizás no existen. Pero Rusia y China observan. Y podrían intervenir si el equilibrio se rompe.

El mundo al borde de la recesión bélica

La inflación podría explotar no sólo en Estados Unidos, sino en todo el planeta. La energía más cara, la logística en caos, los alimentos disparados. Una guerra que parecía remota podría sentirse en la góndola de cualquier supermercado argentino o peruano, en la tarifa de gas de Madrid o en el ticket del subte en Nueva York.

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Trump jugó su carta más alta. Y quizás apostó de más. Si Irán sobrevive, contraataca, y los precios globales estallan, el mundo entrará en una nueva era de inestabilidad sin retorno. Y Trump, que prometió paz, podría ser el padre de la tercera guerra que juró evitar.


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