Brexit: ¿el fin de la globalización?

 Brexit: ¿el fin de la globalización?

Todavía no está claro si Reino Unido saldrá de la Unión Europea. Pero el voto a favor del brexit es un contratiempo que podría afectar a millones de personas en países pobres.

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Las distintas razones de los británicos para abandonar la UE iban desde el descontento con la burocracia de Bruselas y la hostilidad hacia la política por el miedo a la inmigración. Pero en términos económicos, el brexit marcó la primera retirada tangible de la globalización desde la II Guerra Mundial. “Por primera vez, una gran economía está diciendo que quiere hacer las cosas por sí misma y tomar sus propias decisiones”, explica Homi Kharas, director del programa de Desarrollo y Economía Global en el think tank estadounidense Brooking. “Y eso fue un shock para el sistema”, añade.

Durante 70 años, la globalización se promovió como la respuesta a los problemas del mundo. El comercio internacional, los flujos de capital y la circulación de personas fueron en constante aumento. Había un consenso de que la globalización era buena para todos, para ricos y pobres. Y así lo demostraban numerosos estudios y las clases medias en alza de China o la India. Europa, con su mercado único y la libre circulación de personas, era un ejemplo brillante de esta tendencia, apunta Kharas.

Bueno para unos, pero no para todos

Pero los defensores de la globalización tienden a enfocarse en una imagen más amplia, dejando de lado los temas individuales. “Los economistas creían que los países se beneficiarían de la globalización”, dice Homi a DW. “Siempre asumieron que los procesos políticos internos de cada país encontrarían una forma de repartir sus beneficios”, continúa.

Homi Kharas, experto en Economía y Desarrollo.

Cuando un estudio reciente dice que los hogares de EE.UU. ganan 10.000 dólares más cada año debido a una mayor integración en la economía mundial, no dice cómo se distribuye esta riqueza. Y, observándolo en una imagen más amplia, no importaría que se cierren fábricas en una parte del país, siempre y cuando se creen otros puestos nuevos y mejores en otra. Así, los gobiernos pueden implantar medidas para contrarrestar los efectos negativos de la degradación de las infraestructuras, el desempleo y la falta de educación a través de inversión, formación e impuestos. “Pero este proceso de redistribución política ya no funciona como nos hubiese gustado”, subraya Kharas.

Miedo a la inmigración

Esa creciente desigualdad conduce al descontento. Y a esto se le suma un mayor temor a la inmigración, sobre todo entre los menos cualificados. Sobre el referéndum de Reino Unido, Kharas no cree que la política de refugiados de Alemania haya inclinado el voto para salir de la unión. «Me sorprendería que la valiente decisión de Angela Merkel de admitir a los refugiados haya tenido mucho impacto», explica.

Según él, Reino Unido tiene problemas con la inmigración desde hace tiempo. «Estaba en Reino Unido a finales de 1960 y, hace cincuenta años, había problemas similares.» La diferencia es que, entonces, los inmigrantes provenían de Asia del Sur y las Indias Occidentales, mientras que hoy en día muchos vienen de Europa del Este, apunta el experto en desarrollo.

Intencionado o no, el brexit ha sido un ejemplo peligroso, ya que el sentimiento anti-globalización va en aumento, dice Gary Clyde Hufbauer, investigador en el Instituto Peterson de Economía Internacional. «Incluso antes del brexit, la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio estaba muerta, el Tratado Transpacífico se enfrentaba a obstáculos políticos y las medidas de proteccionismo iban en aumento”, precisa.

La globalización en espera

Si esta tendencia continúa, los países pobres tendrían mucho que perder, cree Kharas. «El mundo en desarrollo se benefició enormemente de la globalización», señala refiriéndose a mejores puestos de trabajo, mayores inversiones y mayor énfasis en la salud y la educación. Si el voto a favor del brexit se traduce en una tendencia mundial hacia una globalización más lenta, “será un problema para los países en desarrollo y los países pobres”, explica el analista de Brookings.

Para él, la solución radica en una gestión de la globalización que no implique la pérdida de apoyos de la mayoría en los países ricos. «No necesitamos una globalización más rápida o más lenta. Necesitamos una mejor globalización», concluye. Pero eso significaría también mejorar el sistema de redistribución de beneficios. Y la ironía es que gran parte de los burócratas de la UE en Bruselas están convencidos de que están haciendo exactamente eso con la ayuda de programas a gran escala para infraestructura, industria, agricultura y educación.

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