“Bullrich delira: fantasías golpistas contra Tapia mientras Messi encarna la cordura”

Patricia Bullrich ha cruzado la línea del delirio político. Acusar a Claudio “Chiqui” Tapia de integrar un complot con espías rusos para derrocar al gobierno y tildar a Cristina Kirchner de “presidiaria” no es solo grotesco: es una maniobra desesperada que flota en la irrealidad. En medio de esta jungla de conspiraciones, emerge la figura serena de Lionel Messi, respaldando a Tapia y ratificando que la verdadera autoridad reside en la cordura, no en el revanchismo político.

Bullrich ha transformado el escenario político en una telenovela cargada de suspicacias y golpes bajos. Mientras tanto, al presentarse sonriente junto a Tapia —el dirigente de la AFA— Messi enseña que la coherencia y el respeto siguen existiendo fuera de los vericuetos peligrosos de la política. Es una luz entre tanta sombra, un recordatorio de que incluso en medio del caos discursivo, la dignidad deportiva puede mantenerse intacta.

Este episodio revela mucho más que una clásica disputa política: desnuda a quienes confunden la acusación liviana con la acción contundente. Y frente a esa confusión, quien actúa con templanza —como Messi— gana el honor de representar algo superior: la sana distancia con lo que ya huele a desvarío.

En la Argentina, el “vale todo” se volvió moneda corriente. Desde los tribunales mediáticos hasta los micrófonos de ocasión, algunos dirigentes intentan imponer relatos de ciencia ficción para ocultar su falta de propuestas. Bullrich, en su afán por sostener protagonismo, termina construyendo enemigos imaginarios que solo profundizan el descrédito de la política frente a la ciudadanía.

En contraste, el mundo del fútbol —con Messi como emblema— se mantiene ajeno a esas operaciones de desgaste. Su apoyo a Tapia no es un gesto menor: es una lección de sensatez en tiempos de gritos y conspiraciones. Mientras algunos se hunden en el barro de la paranoia, Messi recuerda que la verdadera grandeza se mide en hechos, no en fantasías.