Buscan legalizar la marihuana un mercado de u$s 30.000 millones que lidera Jujuy

 Buscan legalizar la marihuana un mercado de u$s 30.000 millones  que lidera Jujuy

Cuando la era de la prohibición llegue a su fin (y no falta demasiado), será recordada como un suspiro en la larguísima historia del cultivo de cannabis. George Washington la plantó en sus fincas de Vermont y Belgrano quiso industrializarla en el burocráticamente estancado Virreinato del Río de la Plata. Ahora que las consultoras valúan el mercado (legal) en más de u$s 30.000 millones y que varias de las empresas de consumo masivo más importantes del mundo tienen planes verdes, la idea de profundizar su persecución penal suena naif. Según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, la producción mundial de cannabis de uso legal pasó de menos de una tonelada en 2000 a 290 en 2018.

Y eso solo para la producción de cannabinoides. El mercado del cáñamo es todavía más grande. China, que exhibe tolerancia cero para cualquier narcótico, es el principal productor de esta variedad de la planta con muy bajas concentraciones de THC (menos de 0,3%), el famoso componente psicoactivo de la marihuana. En 2019, registró casi 70.000 hectáreas dedicadas a la producción de fibras con un destino variadísimo: textiles, materiales de construcción, alimento balanceado, cosmética, bioplásticos y papel. La marca de outdoor Patagonia es uno de los importadores del cáñamo chino (hemp, en inglés) para su propia línea de ropa hecha de este cultivo industrial, que según algunos estudios tiene ventajas sobre el algodón, empezando por su huella hídrica. El resto se utiliza para la extracción de CBD, el componente analgésico, relajante, que reduce náuseas, evita convulsiones y que es la base de todos los productos de cannabis «medicinal».

En la Argentina, la discusión sobre este capítulo de libertades civiles está abierta pero lejos de cerrarse. Donde sí empieza a delinearse un panorama más claro es en el cannabis no psicoactivo. En su reciente discurso de apertura de las sesiones legislativas de 2021, el presidente Alberto Fernández anunció el envío de un proyecto de ley para la promoción del «cultivo exclusivamente para uso medicinal e industrial». Entre los argumentos destacó que «la industria mundial del cannabis medicinal triplicará su volumen de negocios en los próximos cinco años». El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, agrega que el cannabis es «una gran oportunidad para generar empleo en todo el país, aumentar las exportaciones y movilizar actividades de alto valor agregado vinculadas a la producción».

Este nuevo paso en la legislación despierta entusiasmo de parte del incipiente pero ya muy nutrido ecosistema de emprendedores del cannabis. Hasta ahora, el marco establecido por la ley 27.350 de 2017 se limitaba a la legalización del uso medicinal para determinados pacientes y la investigación científica. Aquello permitió el lanzamiento de los proyectos argentinos que fueron pioneros en el cultivo de la polémica planta. El abanico se amplió a fines del año pasado con la autorización del «autocultivo y cultivo solidario» y la habilitación a las farmacias para vender aceites. La nueva ley le dará forma definitiva al sistema productivo. Allí, la Argentina tiene las condiciones para ser potencia y subirse al negocio en el que, de la región, ya picaron en punta Colombia y Uruguay, plantean los actores del rubro.

Diez días después de las PASO de 2019, Facundo Garretón sintió que se acababa el juego en la Argentina e inició los trámites para radicarse en Uruguay «Me di cuenta de que la gente quería otra cosa y yo era la persona equivocada. Así que decidí irme», dice hoy desde el Uruguay, donde diseña «la compañía de cannabis más grande de América latina». En plena cosecha de las tres toneladas y media de flores que planea exportar este año a Europa presenta su nuevo holding, Terraflos Inc., con el que integrará con distintas compañías los cuatro principales eslabones de la cadena de valor del cannabis: la producción de materia prima, la extracción de componentes esenciales, la elaboración de productos y la comercialización. Además de sus operaciones actuales en Uruguay, Canadá y Colombia, está a punto de pisar fuerte en la Argentina con la adquisición de una empresa de manufacturas para la elaboración de productos cannábicos (una vez que la ley lo permita). A eso se suma Dr. Gea, una nueva plataforma online de venta de estos y otros productos fundada por los argentinos Gonzalo Carrasco, Jorge Lloveras, Martín Andrés y Nicolás Cavaliere que tendrá su lanzamiento oficial en México y Colombia.

No es un improvisado. En el año 2000 Garretón fundó InvertirOnline, la compañía pionera en el trading por Internet que terminó vendiendo en 2018 por casi US$ 60 millones al Grupo Supervielle. Además, es un promotor del emprendedurismo y formó parte de organizaciones como Endeavor. En 2015, fue electo diputado nacional del PRO por Tucumán, su provincia natal, donde antes de IOL había creado el primer proveedor de Internet del norte argentino, Tucumán BBS.

Su primer contacto serio con el cannabis se produjo en 2017 como diputado, cuando la Argentina comenzó a regular la industria y él empezó a estudiar la legislación comparada. Allí encontró un mercado en ebullición que le recordó a la burbuja de las puntocom de fines de los 90: todo para inventar, mucho humo para vender y mucho espacio para fracasar, pero ciertamente una planta cargada de futuro. «Yo vi que la oportunidad estaba, pero había que ser muy selectivo y tener una buena hipótesis de inversión. Empecé a seguir a más de 300 empresas de cannabis, más de la mitad en América latina», recuerda.

Garretón entendió que debía especializarse y por eso su primera inversión fue en Yvy Life Sciences, una compañía uruguaya enfocada en el sourcing de la materia prima: desde la genética hasta el trimming (el corte de la flor) y el secado. Además de sus propias plantaciones, Yvy asesora y se provee de la cosecha de pequeños granjeros que comenzaron a florecer en 2013 luego de que Uruguay se convirtiera en la primera nación del mundo en regular la producción, venta y consumo de cannabis. En 2020, la industria uruguaya cerró exportaciones por US$ 6 millones principalmente a Suiza, con precios que variaron entre los u$s 200 y los u$s 2000 por kilo de flor seca.

Con Yvy, Garretón llegó a las revistas de actualidad este verano, luego de que comprara la icónica chacra de Susana Giménez en la localidad de Garzón por una cifra millonaria. Allí estarán los headquarters de Terraflos, combinados con un hub de investigación y desarrollo y una serie de emprendimientos cannábicos: hotel temático, restaurante con carta ad hoc, un centro de bienestar y actividades típicas de las bodegas de Mendoza pero de color verde y aroma penetrante.

La segunda inversión de Garretón se llama Blueberries Medical Corp, basada en Canadá y listada en la bolsa de ese país con una capitalización bursátil de más de 25 millones de dólares canadienses (CAD 1: u$s 0,80). Garretón hoy es Chairman de la compañía pero su intervención se inició con una participación mínima. Cuando adquirió el 5% de las acciones accedió a ocupar una silla en el directorio con la aquiescencia de sus fundadores, quienes a su vez le propusieron que duplicase su participación a través de un debenture (instrumento similar a una nota convertible). A fines de 2020, la oferta de un grupo australiano para comprar la mayoría del paquete accionario aceleró sus planes y, acogiéndose a su derecho de «first refusal», igualó la oferta y pasó a ser el accionista más relevante. La inversión total fue de u$s 1 millón en los que también aportó FLA Ventures, el fondo de su ahora socio Sebastián Hochbaum.

Blueberries está dedicada al segundo eslabón de la cadena: la extracción de cannabinoides. Su operación principal está en Colombia, donde realizan el proceso de extracción «supercrítica» con CO2, un método con certificación GMP (Good Manufacturing Practices) que los habilita a comercializar ingredientes activados de altísima calidad para la industria farmaceútica. La elección de Colombia no es casual ya que en su regulación, también pionera, está expresamente prohibida la exportación de la flor seca. Toda la cosecha colombiana debe destinarse a industrialización, lo cual ya despertó los reclamos de productores primarios que quisieran escalar su producción y acceder a mejores precios. Según la Asociación Colombiana de Industrias del Cannabis (Acolcanna), las exportaciones totales de productos derivados del cannabis alcanzaron los u$s4,5 millones en 2020, un flujo que Blueberries planea engrosar considerablemente. Y aunque sus clientes hoy son principalmente laboratorios farmacéuticos, Garretón pretende destinar sus productos a más segmentos.

«El cannabis no cura enfermedades concretas sino que alivia dolencias y tiene aplicaciones terapéuticas», dice Garretón. «En la Argentina, por ejemplo, fue aprobada originalmente para la epilepsia refractaria, que no cura la enfermedad sino que reduce los eventos de epilepsia. En el Parkinson igual: mejora los temblores. En el mismo sentido, ayuda si tenés ansiedad, para dormir mejor o si te duelen las articulaciones. ¿A qué voy con esto? Entendemos al cannabis como una herramienta de bienestar. No somos tan directos en la clasificación entre medicinal y no medicinal. Creemos que es una herramienta de bienestar».

Entre Yvy, Blueberries, Dr. Gea y su flamante adquisición en el país, Garretón calcula los activos de Terraflos Inc. en cerca de los u$s 100 millones. Y está confiado de que es apenas el principio. Aunque su futuro cercano permanece en Uruguay, dice que «la Argentina puede hacer todos los eslabones de la cadena. En el sourcing, ni hablar. Tiene campos, tiene conocimiento, tiene tecnología y grandes profesionales. En el segundo eslabón, también tiene conocimiento y experiencia. La Argentina tiene plantas de extracción de caña de azúcar, de procesamiento de maíz y soja, de otros cultivos alternativos. Y manufactura también: de los laboratorios líderes en América latina, diría que la mayoría tienen origen en Argentina. Puede ser el próximo granero de cannabis del mundo».

¿Podrías ser amada?

En Uruguay son legales los cultivos de ambas variedades: ricas en cannabidiol (CBD) y ricas en tetrahidrocannabinol (THC). Los requisitos y controles para cultivar y comercializar las últimas, sin embargo, son mucho mayores. Por eso, el mercado de CBD está explotando. Además de los emprendimientos de Garretón, un buen número de argentinos cruzaron el charco para subirse a la ola. Se destacan los socios de CPlant, Lucas Crivilone y Guido Husni, que antes de cumplir 30 años ya están entre los principales exportadores del país. Nicolás Bianchi recién está empezando. Hasta hace cinco minutos, se ganaba la vida como abogado especialista en litigios internacionales. Pero junto a su hermano y su pareja acaban de formar la SAS Bloom Growth en Uruguay para meterse en este negocio en el que, cree, está todo por hacerse. Para otorgar la licencia de cultivo, las autoridades orientales exigen un plan agrícola sustentable y creíble y realizan un riguroso escudriñamiento en materia de lavado de activos. El plan de Bloom se inicia con 250 plantas para la experimentación en apenas media hectárea. Para la campaña siguiente, que se planta sobre el final del invierno y se cosecha a fines de marzo, su proyecto es para cinco hectáreas.

Según sus cálculos, excluyendo el trimming. Nada mal. Sin embargo, no todas son historias de éxito. Según relata Bianchi, quienes intentaron cultivos extensivos sin experiencia previa fracasaron rotundamente. (la etapa más intensiva en mano de obra), la inversión para esa extensión ronda los u$s 200.000. Con un rinde promedio de una tonelada por hectárea y a precios de exportación cercanos a los u$s 300 el kilo, su proyección de ganancia es un millón y medio de dólares. Nada mal. Sin embargo, no todas son historias de éxito. Según relata Bianchi, quienes intentaron cultivos extensivos sin experiencia previa fracasaron rotundamente.

Y fracasar no es patrimonio exclusivo de los aventurados. Marcelo Duerto nunca diría que su experiencia fue un «fracaso», pero las cosas no terminaron como esperaba. Ingeniero aeronáutico de formación y consultor durante 26 años para todo tipo de industrias en Accenture, su salto al negocio del cannabis fue un cambio trascendental. En 2019, fue nombrado Country Manager para el Cono Sur de Canopy, una de las empresas de cannabis más importantes del mundo, como tantas, de origen canadiense. No duró más de un año en el cargo. En el medio se produjo la salida de su fundador y un definitivo cambio de estrategia al mando de Constellation Brands, dueña de Corona y otras marcas fuertes del mercado de bebidas. Canopy había querido ser pionero en todos los mercados de América, pero para sus nuevos dueños, había que concentrarse allí donde había seguridad regulatoria. «Pasó con muchas compañías: intentaron en muchos países esperando una regulación favorable que nunca sucedió», dice Duerto.

En términos personales, su paso por Canopy fue todo ganancia, y hoy diseña el desembarco, también en Cono Sur, de otra major del mundo del cannabis. «Se había generado una enorme expectativa y los cambios no se dieron lo rápido que se esperaba. Pero el cannabis vino para quedarse, no tengo dudas», explica. En plena ronda de inversores para financiar su nuevo proyecto, está convencido de que la Argentina será un polo cannábico crucial para el desarrollo de la industria en la región. Sin embargo, no cree que el cannabis sea una industria «per se» si no más bien un nuevo segmento en una infinidad de mercados, desde el alimenticio al farmacéutico.

La flor de tu interior

La sanción de la ley de 2017 lanzó la carrera en la Argentina por aprovechar los estrechos espacios que habilitaba el marco regulatorio. La provincia más audaz fue Jujuy, que ese mismo año adhirió a la ley marco y al año siguiente creó la Sociedad Estatal Cannabis Avatara. Al frente de la compañía asumió Gastón Morales, hijo del gobernador, quien hasta entonces había trabajado en el impulso de las energías renovables en la provincia. Según explica Morales, la iniciativa llegó del «convencimiento de que era la única forma de superar la contradicción que existía en ese momento: por un lado una ley que legalizaba la investigación y el uso medicinal, pero por otro, gente recurriendo al mercado negro o a productos importados a precios exorbitantes». Con una inversión que al momento demandó u$s 4 millones, Cannava pretende llegar este año a las farmacias de Jujuy con un «producto de grado médico seguro y asequible». Pero además de satisfacer a esta demanda, el proyecto de Jujuy persigue objetivos quizás más ambiciosos: «El cannabis puede aportar mucho a la diversificación de la matriz productiva de la provincia como un complemento muy importante del tabaco y la caña de azúcar, los dos principales commodities de la industria regional agrícola, que vienen en declive desde hace años. En Jujuy hay cerca de 25.000 familias que dependen del tabaco y la caña. La industria del cannabis puede ser una alternativa».

Cannava abarca desde la semilla hasta la elaboración de productos de grado médico final, describe Morales. Durante el último año y medio llevó a cabo ensayos agrícolas tanto a campo abierto como a cubierta en sus nueve invernaderos. Además, cuentan con una cámara de germinación y un laboratorio piloto de investigación y desarrollo donde hoy realizan la extracción, destilación y demás procesos para obtener los ingredientes activos. «El objetivo de esta etapa era lograr la estabilización del producto y ya lo estamos logrando», dice Morales. «Cannava cuenta también con un complejo de biotecnología que alberga un laboratorio agrícola y un laboratorio farmacéutico de 600 m2, que fue diseñado por especialistas y validado en un proceso de intercambio internacional. Es una planta de producción de medicamentos derivados de cannabis de grado GMP. El equipamiento para esta planta está llegando a mediados de año y la planta va a tener una capacidad de procesamiento de 45 kg de biomasa vegetal por hora», explica. De esa producción, obtienen un 10% de ese volumen en ingredientes farmacéuticos activos. «La genética tiene una predominancia de CBD con muy poco porcentaje de THC. Así lo estamos verificando en el laboratorio. Pero es una falsa dicotomía esa de que el CBD es medicinal y el THC no», cree Morales: «Es un error que nace del desconocimiento de la potencia terapéutica que tiene la planta y todos sus cannabinoides. THC lo estamos reservando para investigación científica y tiene un enorme potencial».

Para Morales, el anuncio de Fernández «está a la altura del desafío que tiene el cannabis medicinal para la Argentina en términos de desarrollo y de crecimiento». Allí subraya que uno de los objetivos de Cannava es crear un ecosistema de pequeños y medianos productores: «Hoy estamos viviendo en carne propia los desafíos de la actividad para luego poder volcarlos en una guía de buenas prácticas que pueda ser utilizada muy pronto por los cultivadores».

En el amplísimo espectro de organismos del Estado con incumbencia en la actividad (seguridad, salud y agricultura por empezar), una de las instancias más engorrosas para Cannava fue la importación de semillas. Por eso, la provincia está por lanzar su plan provincial de mejoramiento genético. «Nuestro objetivo es lograr la sustentabilidad económica y eso depende en gran medida de lograr una variedad jujeña».

Al cierre de esta edición, el Instituto Nacional de Semillas tenía en curso una docena de solicitudes de importación de la semilla de cannabis sativa, trámite también tedioso para Benjamín Enrici, presidente de Agrogenética Riojana, una compañía mixta con mayoría de propiedad del Estado de La Rioja. Junto a Misiones (Misio-Pharma), San Juan (Canme) y Jujuy, la provincia completa el panorama federal de proyectos concretos por integrarse al mercado y proveer de productos cannábicos. El proyecto encabezado por Enrici nació de la necesidad de modernizar y contener a los pequeños productores de la «agricultura de oasis» que caracteriza a la provincia: el olivo, la vid para pasa, el nogal y el almendro. Para formarse y traer soluciones actualizadas a estos sistemas productivos, Enrici viajó en 2009 a una región geográficamente similar pero con otra historia de desarrollo: California. Allí descubrió el boom del cannabis y entendió que La Rioja no podía perderse semejante oportunidad.

Enrici está convencido de que la prohibición del cannabis no tiene origen en sus efectos sobre la mente sino en que era un obstáculo para el desarrollo de otras industrias. Puntualmente, la industria del papel y la industria petroquímica. Pero más allá de esto, cree que la prohibición fue una tragedia por la censura que sufrió la investigación en los distintos usos del cannabis y especialmente su potencial terapéutico. Agrogenética ya tiene convenios con el Conicet y las universidades de La Plata y de La Rioja tanto para formar a profesionales en el cultivo y su aplicación terapéutica como para producir fitoderivados con propósito medicinal.

Enrici quiere convertir a la provincia en una potencia cannábica nacional, con proyectos agrícolas (que complementen y mejoren la situación de los minifundistas), medicinales, alimenticios, industriales e incluso turísticos. Por otra parte, cree que el uso «recreativo» más temprano que tarde será legal en la Argentina: «Ningún país que reguló para uso medicinal no reguló después el recreativo. La línea es fácil de cruzar de un lado para otro». Proyectos similares para cultivar cannabis medicinal existen en Misiones y Corrientes.

Nacional y terapéutico

A Pablo Fazio no le gusta la palabra «recreacional». «¿Por qué todo tiene que ser divertido?», se pregunta. Por eso habla de «consumo adulto responsable», una de las líneas que pretende instalar como presidente de Argencann, la Cámara Argentina del Cannabis. No es la más importante, claro está, pero Fazio le da mucho valor al plano simbólico. Cree que es positivo que el Presidente le dé relevancia a la industria en el discurso institucional más importante del año. Fazio es socio fundador y coordinador operativo de Pampa Hemp, la primera compañía argentina en lograr un convenio público-privado con el INTA para la investigación y producción de cannabis medicinal. El proceso no fue fácil. Fazio, que antes fue pionero en el boom de la cerveza artesanal con Otro Mundo, hubiera preferido otros tiempos. De hecho viajó a Uruguay para evaluar una serie de proyectos pero prefirió seguir intentando en la Argentina: «Independientemente de que sea un negocio en el que yo quiero ser protagonista, esto es algo que la Argentina tiene que hacer, no puede darle la espalda. Estamos hablando del cannabis pero en definitiva hablamos de algo más: es desarrollo, son divisas, es poner en valor un capital increíble que es el ecosistema académico y científico que tiene la Argentina. Si no empezamos a soñar un poquito distinto, no vamos a poder crear un país distinto».

Ahora, la oportunidad no es eterna, remarca. «En relación con la producción primaria, todas las semanas nos enteramos que entran nuevos países, últimamente mucho en África. En algún momento va a ser un mercado de commodities. Después hay muchas oportunidades en la innovación y desarrollo de productos. La Argentina, siendo un país agroindustrial y agroalimenticio, tiene que entrar ya», insiste. Fazio y todos los consultados para este artículo ven un potencial singular en el segmento de los «edibles», alimentos y bebidas con CBD y otros cannabinoides: pastas secas, aceites comestibles, barras de cereal, aguas y gaseosas, yerba; la lista es interminable. Fazio destaca incluso los productos veterinarios, con alimentos balanceados pensados para mascotas con dolencias crónicas o en la última etapa de su vida.

Fazio cree que la nueva legislación y su regulación debe ser específica y clara para evitar embudos de aprobaciones y certificaciones: «Si nos vamos a abrir, que sepamos qué va a pasar con todos los usos posibles. ¿Vamos a poder desarrollar fitopreparados, productos veterinarios, semillas? Si la ley es muy linda pero después el Anmat no te permite incorporar el CBD como insumo para un alimento, va a quedar en la nada», opina.

En medio del debate sobre qué modelo adoptar (de industrialización a la colombiana; de «primarización» a la uruguaya), dice que Argentina debe ir por todo. «Tiene que producir, tiene que desarrollar su industria y tiene que exportar», dice. «¿Cuál es el problema de exportar? Si la marihuana se convierte en un commodity, ¿cuál es el problema? Estaría buenísimo». Y además destaca el valor agregado «hacia atrás» en el desarrollo del cannabis: «¿Sabés la cantidad de tecnología que tenés que desarrollar para tener una flor de calidad? Estamos desarrollando un sistema de IA para la detección temprana de enfermedades; un sistema de sensorización (para medir acidez de los sustratos, humedad del ambiente); toda esta información va a una plataforma para poder automatizar el invernadero. Y esto lo hacemos con empresas que se dedican a temas específicos: nutrición vegetal, tecnología, genética. ¿Sabés la cantidad de valor agregado que eso genera?».

En el entusiasmo de Fazio se escucha un sentimiento de inexorabilidad. El final, para él y para muchos, está claro. La prohibición no solo no terminó con el narcotráfico sino que impidió el desarrollo de industrias legítimas y productos beneficiosos para la salud, argumenta. No puede evitar preguntar «¿por qué el alcohol sí y la marihuana no?», pero entiende que los procesos son largos, que no se puede discutir todo de una vez. Y que cada paso, si es para adelante, va en la dirección correcta.

Fuente: revista Apertura

Compartí:

Noticias Relacionadas

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.