El Senado de la Nación volvió a dar un espectáculo vergonzoso. La Ley de Ficha Limpia, esa que iba a impedir que condenados por corrupción accedan a cargos públicos, fue sepultada por un pacto tan burdo como nauseabundo. Los votos de los misioneros —alineados con La Libertad Avanza— terminaron de sellar lo que ya se susurraba en los pasillos del Congreso: Cristina Kirchner podrá volver a ser candidata. A cambio, el oficialismo no tocará el “caso Libras”, esa trama oscura de contratos, fugas, operadores y encubrimientos que podría comprometer al kirchnerismo profundo.
El hedor de la política argentina volvió a inundarlo todo. La misma casta que se gritaba “¡corruptos!” en campaña, hoy se da la mano bajo la mesa, negociando impunidad por silencio, fueros por amnesia, y candidaturas por archivos cerrados. La promesa de limpiar las listas electorales fue cambiada por la vieja receta del toma y daca: que todo siga igual, pero más sucio.
La traición en cadena nacional
Los mismos senadores que hace semanas llenaban discursos con palabras como «ética», «decencia» y «transparencia», esta vez optaron por no incomodar a Cristina, ni a nadie. El oficialismo de Milei, que venía de agitar las banderas de la moral pública, pactó con lo más rancio del sistema que decía querer destruir. A cambio, los votos misioneros alineados a los libertarios —esos supuestos enemigos de la casta— blindaron la ambición política de una expresidenta condenada por corrupción, aunque todavía impune en lo judicial.
La excusa fue tan frágil como cínica: «hay problemas técnicos con el dictamen». Pero todos entendieron el mensaje: nadie quiere ser el primero en cortarse los dedos en la motosierra que prometieron usar contra los privilegios.
¿Y el caso Libras? Silencio de radio
El otro lado del acuerdo es igual de repulsivo. A cambio del hundimiento de Ficha Limpia, el kirchnerismo se garantiza que no se investigue el caso Libras, una causa sensible que podría tirar del hilo del financiamiento sucio, la corrupción intergubernamental y los vínculos empresariales turbios de la política de los últimos años. Milei, que se presentaba como el justiciero anticasta, optó por el silencio funcional. Un nuevo pacto de impunidad, en un país que ya se acostumbró a la traición institucional.
La democracia como decorado
Lo ocurrido es más que una maniobra legislativa. Es una derrota cultural profunda. Porque cuando se entierra una ley como Ficha Limpia, no solo se entierra una herramienta legal, se sepulta la esperanza de que algo puede mejorar. Se reafirma el cinismo como doctrina oficial, la hipocresía como lenguaje de Estado y la impunidad como norma no escrita.
Y lo más grave: se vuelve a traicionar a una ciudadanía harta, desencantada, que no encuentra ya representación en un sistema que se reproduce a sí mismo por encima de cualquier demanda ética.
Cristina candidata, Milei pactando, y la casta celebrando
Cristina Kirchner puede volver a ser candidata. Lo habilita un Senado que no quiso levantar el ancla del pasado ni mirar hacia adelante. Y lo permite un oficialismo que en su desesperación por aprobar leyes, terminó cediendo el alma.
¿Es esta la nueva política? ¿O simplemente el reciclaje brillante del peor peronismo con los modales del marketing libertario?
El pacto ya está hecho. Los protagonistas, firmes en sus bancas. Los ciudadanos, más lejos que nunca. Y la política, otra vez, incapaz de limpiar su propia casa, pero lista para venderle a la sociedad que es hora de sacrificios.