Perico/SSJ. El último acto de Jujuy Crece—de cara a las elecciones del 26 de octubre por bancas de diputados nacionales—terminó siendo una clase abierta de cómo no gestionar la comunicación en 2025. En vivo y en simultáneo, la transmisión oficial quedó sepultada por un alud de críticas, reproches y descalificaciones que multiplicaron por una docena a los mensajes de apoyo de la militancia presente.
No fue un episodio aislado: en distintas plataformas, el ratio entre interacciones negativas y positivas se mantuvo abrumador. El asombro de la audiencia no provenía del contenido del discurso sino de la distancia con la realidad: salarios deteriorados, comercio en caída, paritarias atrasadas y servicios resentidos. La puesta en escena, más propia de campañas atavistas, chocó con un humor social que ya no admite relato sin plan.
La lectura política es directa: cuando el 100% de la conversación pública vira al descontento, el problema no es el algoritmo; es la propuesta. El cierre que debía ordenar a la tropa terminó desordenando la marca, y dejó en evidencia que el lenguaje de la calle (precios, deuda familiar, empleo) hoy pesa más que cualquier pantalla gigante.

El saldo para Jujuy Crece es un doble desafío:
- Reconectar con la agenda material de la gente.
- Reinventar la comunicación como herramienta transversal de soluciones—indicadores, metas, cronogramas—en lugar de consignas vacías.
Si algo mostró el 12.000 a 0 simbólico en comentarios es que la paciencia digital se acabó: sin respuestas concretas, cada acto se transforma en emboscada.
