El dólar no sube por capricho. Sube porque se cae todo lo demás. Mientras Luis Caputo, con tono de bar de cancha, desafía al mercado diciendo “si te parece barato, comprá”, el dólar le contesta con su idioma: la suba. En menos de una semana, el dólar blue saltó 40 pesos, superando los $1.240. El MEP lo acompaña y el oficial se arrastra detrás. No es magia: es la economía argentina que se desangra bajo un plan de ilusión óptica y endeudamiento desesperado.
La frase de Caputo no fue solo infantil, fue temeraria. Pero lo más grave no es el show: es la estructura detrás del colapso. Lo advirtió JP Morgan: el carry trade, esa bicicleta financiera que fue motor artificial de estabilidad, está llegando a su fin. El negocio de traer dólares, pasarlos a pesos, ganar con tasas altísimas y volver al dólar, se agota. ¿El resultado? La demanda de dólares reales se dispara y la oferta ficticia que sostenía el castillo de naipes se evapora.
Sumemos el efecto estacional del aguinaldo y los viajes al exterior. La clase media intenta proteger su ahorro o simplemente fugarse del país. ¿Y cómo no hacerlo si el tipo de cambio real para exportadores como el «dólar soja» está en niveles de 2017? Se trabaja a pérdida, se produce sin incentivos, y todo se frena. Esta es la verdadera razón por la que el dólar sube: no hay confianza, ni en el peso ni en los espejitos de colores que ofrece el gobierno.
La Argentina de Milei y Caputo es un decorado de cartón pintado con deuda. Un dólar planchado a fuerza de bonos y tasas altísimas no es estabilidad, es espejismo. Mientras el gobierno festeja una inflación “controlada” a base de recesión y licuadora, el mercado anticipa lo inevitable: la presión devaluatoria no da tregua. El riesgo país, aún en 690 puntos, es una bomba de tiempo.
Y mientras tanto, se miente. Se dice que el plan va bien. Se cita a Lula como respaldo. Se venden aperturas comerciales como si bastaran para equilibrar cuentas. Pero la realidad es otra: el plan no tiene piernas, porque no tiene dólares genuinos ni producción. Tiene deuda. Tiene fuga. Tiene bicicleta rota.
La pulseada está dada: Caputo apostó a la soberbia. El dólar respondió con crudeza. La economía argentina no es un sketch de stand-up. Y cada vez que alguien en el poder cancherea, el mercado devuelve con balazo. Este modelo no se cae porque el dólar sube. El dólar sube porque el modelo ya se cayó.