Ayer, en el corazón de Alto Comedero, recorriendo el histórico sector Tupac Amaru, Pedro Pascuttini volvió a demostrar lo que lo diferencia del resto de la política jujeña: ser piel de pueblo. No llega en caravana blindada ni con promesas vacías; llega caminando, mirando a los ojos, escuchando, recibiendo abrazos y devolviendo esperanza. Porque Pedro entiende que los jujeños no pueden esperar tres décadas para tener dignidad: la respuesta debe ser ahora.

En un tiempo donde la sociedad se siente defraudada, donde la política perdió legitimidad y los representantes se convirtieron en profesionales de la desilusión, Pedro tomó la decisión más fuerte de su vida: ponerse al frente de un proyecto que lo expone, que lo compromete y que lo convierte en símbolo de credibilidad. No es un candidato más, es un hombre del sector privado, limpio, que sabe lo que cuesta generar empleo, que conoce la angustia de pagar sueldos y la satisfacción de producir.

San Salvador de Jujuy lo recibe con respeto y con afecto porque Pedro es distinto. No nació de la rosca política ni de los despachos, sino del esfuerzo. Por eso su palabra pesa y su gesto emociona. Habla de respuestas inmediatas, de salarios dignos, de oportunidades reales para los jóvenes, de recuperar el orgullo de ser jujeño y de volver a poner a las familias en el centro de la agenda pública.

Pascuttini invita a creer de nuevo. A vencer el miedo y la resignación. A transformar la bronca en acción y la decepción en confianza. Porque el pueblo sabe que detrás de su figura no hay prontuarios ni pactos oscuros, hay un hombre dispuesto a jugarse la vida por Jujuy.
En cada paso por los barrios se enciende un mensaje: “los días más felices aún no llegaron”. Pero con unidad, solidaridad y trabajo, Pedro Pascuttini asegura que esos días no son un sueño distante, sino un futuro posible que empieza a escribirse ahora.