La entrevista exclusiva de Cristina Fernández de Kirchner con Gustavo Sylvestre no fue una aparición más. Fue una advertencia política, una ráfaga de lucidez en medio del humo libertario y un grito —casi desesperado— de resistencia. Desde su lugar de expresidenta, pero con la palabra de quien sabe que aún tiene poder, Cristina irrumpió en la escena para poner blanco sobre negro: la Argentina está al borde del abismo y la motosierra no para de girar.
En un país que se encamina al décimo default con la naturalidad de quien repite una rutina, Fernández de Kirchner denunció lo que muchos temen decir: el gobierno de Milei es un experimento destructivo, sin plan productivo, sin soberanía, sin humanidad. “Estos tipos no construyeron nada”, dijo con firmeza. Y tenía razón. La Argentina de Milei es una fábrica de ajuste, donde se revolean jubilados, docentes y científicos como si fueran “gastos innecesarios”. El relato libertario es tan brutal como eficaz: encubre la entrega con gritos de libertad.
Pero Cristina no se quedó en la denuncia. Propuso, reflexionó y —sobre todo— convocó. Porque sabe que el vacío político del peronismo no se llena con TikTok ni con tibieza. Se llena con conducción, ideas y una organización que enfrente el modelo de desposesión total que avanza en nombre del mercado.
La exmandataria eligió el prime time para reaparecer, no por nostalgia, sino por estrategia. Habló cuando la CGT toma coraje, cuando la Justicia empieza a frenar los DNU inconstitucionales, cuando el Congreso se le planta a un presidente que cree que gobernar es tuitear. Cristina volvió a escena porque entendió que la batalla por la Patria ya empezó y no hay lugar para espectadores.
Gustavo Sylvestre, periodista militante de la verdad, facilitó un espacio de diálogo profundo, sin golpes bajos, con altura y compromiso democrático. En un país colonizado por trolls y lobbistas de Wall Street, la entrevista fue un acto de periodismo en estado puro.
¿Y ahora qué? ¿Volverá Cristina? ¿O simplemente deja plantada la semilla para que otros y otras —más jóvenes, más audaces, más colectivos— la hagan florecer? Eso depende del peronismo, ese movimiento que hoy se lame las heridas sin entender que la historia no perdona la cobardía.
Si Milei soñaba con una Cristina callada, anclada al pasado o domesticada por el “fin de ciclo”, se equivocó. Lo que vimos en C5N fue a una líder con la pólvora intacta, que no se resigna a ver cómo rematan la Argentina desde el balcón de la Casa Rosada. Fue el regreso de la voz más potente de las últimas décadas, en el momento justo.
Y cuando Cristina habla, tiemblan los poderosos. Y se despiertan los pueblos.