En el fútbol del interior, hay dos campeonatos paralelos. El que se juega con botines, transpiración y tribuna. Y el otro, el que se juega con papeles, sistema COMET y reglamentos. Esta semana, Zapla decidió que no iba a aceptar la eliminación sólo como un resultado: impugnó la clasificación de Talleres de Perico por presunta mala inclusión y dejó la serie “en escritorio”.
En lo estrictamente deportivo, Talleres avanzó con un global 3–2: ganó 2–1 la ida y empató 1–1 en Palpalá. Pero desde el mediodía del martes 23, el pase a semifinales quedó condicionado a una auditoría reglamentaria: Zapla sostiene que el defensor Juan Cruz Huichulef habría jugado en tres clubes durante 2025 y que eso lo habría dejado inhabilitado para ser alineado.
El corazón de la protesta no es un “detalle administrativo”. Es un tema de compliance deportivo. Según lo publicado, Zapla afirma que en la planilla oficial del sistema COMET (AFA) constaría que Huichulef actuó en febrero para San Martín de Burzaco, desde julio para Ben Hur de Rafaela y desde octubre para Talleres. Si eso se comprueba y encuadra en la restricción aplicable, el caso se convierte en una infracción objetiva: no importa la intención, importa la elegibilidad.
De hecho, la argumentación que circula en medios provinciales remite al artículo 5 del Reglamento FIFA (referenciado como aplicable al Regional): un jugador puede estar inscripto en hasta tres clubes en una temporada, pero solo puede disputar partidos oficiales para dos. Y Zapla no fue tímido en su pedido: solicita que se le dé por perdido el partido al “infractor”, con la readecuación de la instancia clasificatoria.
Acá aparece el dilema que ningún dirigente quiere, pero todos conocen: ¿qué vale más, el mérito deportivo o el rigor normativo? La respuesta correcta, si el torneo quiere sostener reputación, es una sola: vale el mérito deportivo dentro de reglas claras y verificables. Si el sistema COMET habilita, pero el reglamento prohíbe; si el club alinea, pero el jugador arrastra incompatibilidades; si el Consejo Federal no resuelve con rapidez y fundamentos, el producto “Torneo Regional” pierde valor. Y cuando un producto pierde valor, cae lo más caro en el fútbol: la confianza del hincha y la inversión emocional del barrio.
Este episodio, además, no llega en un vacío. El clásico Zapla–Talleres ya supo cruzarse con resoluciones del Consejo Federal en temporadas recientes, con protestas, sanciones e impactos institucionales. Por eso, el fallo que venga no puede ser un trámite: tiene que ser una decisión pedagógica para todo el ecosistema del interior.
Si el Tribunal confirma la irregularidad, deberá actuar con contundencia para blindar integridad competitiva. Si la descarta, también deberá explicarla con precisión, porque el “se rechaza” sin fundamentos no cierra la grieta: la agranda. En ambos escenarios, la lección es de gestión: en torneos de alta fricción, la trazabilidad de registros y el control previo de elegibilidad no son burocracia; son prevención de crisis.
Mientras tanto, Talleres queda en pausa operativa, Zapla apuesta a un “último partido” con sello legal y el Torneo Regional se enfrenta a su examen menos glamoroso: demostrar que, cuando la cancha termina, la institucionalidad no improvisa.
