Santiago Siri —programador, creador del Partido de la Red y presidente de Democracy Earth— resume su propuesta democrática en una idea rectora: usar tecnologías abiertas (criptografía, blockchain e IA) para expandir derechos, dar voz efectiva a las minorías y blindar la soberanía digital. A partir de su experiencia práctica (como Proof of Humanity), plantea un camino posible para modernizar la democracia sin caer en el control de plataformas privadas ni en el “Gran Hermano” estatal.
1) Identidad digital soberana (no corporativa, no estatal)
- Problema: hoy nuestra identidad en la red la “alquilan” Big Tech o Estados (Facebook-ID, WeChat, etc.). Eso concentra poder y facilita la manipulación.
- Solución: protocolos abiertos de identidad humana administrados por comunidades distribuidas. En Proof of Humanity una red global de 20.000 personas verificó identidades sin una autoridad central.
- Impacto: cualquier servicio público (subsidios, votación, trámites) puede verificarse sin ceder datos a empresas o gobiernos, reduciendo clientelismo, bots y fraudes.
2) Votar mejor: democracia delegativa + voto cuadrático
- Democracia delegativa (o líquida): podés votar directamente o delegar tu voto en alguien de confianza tema por tema y recuperarlo cuando quieras. Combina participación masiva con especialización.
- Voto cuadrático: método de teoría de juegos que valora la intensidad de las preferencias (no solo “a favor/en contra”). Permite que minorías muy afectadas por un asunto tengan más peso sin capturar el proceso.
- Meta: legitimidad en decisiones difíciles, no plebiscitos simbólicos. Siri remarca que la democracia sirve precisamente para resolver lo complejo con cohesión social.
3) Instituciones programables y abiertas
- Código abierto para reglas del juego: presupuestos participativos, padrones, licitaciones y resultados auditables por cualquiera.
- DAOs cívicas (organizaciones autónomas descentralizadas) para ejecutar micro-políticas: desde fondos de barrio hasta compras públicas trazables.
- Datos públicos como bien común: interoperables y con privacidad por defecto (zero-knowledge, cifrado end-to-end).
4) Soberanía digital y geopolítica
- Internet no es neutral: en Occidente se usa infraestructura y plataformas bajo jurisdicción de EE.UU.; China construyó la suya. Con IA la disputa se acelera.
- Argentina debe arbitrar, no alinearse ciegamente: cualquier inversión (data centers, IA) debe traducirse en capacidad local, transferencia de conocimiento y acceso para emprendedores argentinos, no en “potosí 2.0”.
- Política de Estado para IA: talento local + conectividad + energía limpia + reglas de acceso abierto a infraestructura crítica (evitar ser solo consumidores).
5) Ética y riesgos: regular sin asfixiar
- Las redes pasaron de la utopía participativa a la distopía de patotas digitales y desinformación. Con IA, el poder de manipulación crece.
- Semáforos, no frenos de mano: guardarraíles sobre uso de datos, trazabilidad de modelos, auditorías algorítmicas y límites a la concentración (5–6 empresas no pueden mediar el 70% de lo que vemos).
- Educación cívico-digital: “no te reemplaza la IA, te reemplaza quien la usa”. El Estado debe alfabetizar para que la ciudadanía domine estas herramientas.
6) Hoja de ruta práctica para Argentina
- Adoptar un estándar nacional de identidad descentralizada (wallet ciudadana interoperable, sin custodios privados).
- Pilotos de democracia delegativa y voto cuadrático en concejos deliberantes, universidades y sindicatos.
- Transparencia en tiempo real de presupuesto, compras y ejecución con registros inmutables (blockchain pública).
- Fondo de innovación cívica: convocatorias abiertas para apps de control ciudadano, veeduría y servicios públicos.
- Carta de Derechos Digitales (datos, explicabilidad algorítmica, portabilidad y neutralidad de red).
- Infraestructura de IA con acceso local: si llegan grandes data centers, reservar capacidad para startups, academia y pymes; exigir transferencia tecnológica y energías de bajo impacto (reuso de agua, frío patagónico, etc.).
- Formación masiva en criptografía básica, programación y uso responsable de IA desde secundaria.
En síntesis
Para Siri, la democracia del siglo XXI no es un like ni un eslogan: es infraestructura cívica que asegura identidad soberana, decisiones más inteligentes y control distribuido del poder. La tecnología no reemplaza la política: la vuelve verificable. Si Argentina convierte su talento y su tradición de organización social en sistemas abiertos y auditables, puede liderar en la región una democracia más justa, resistente y, por fin, a prueba de bots.