Por Perico Noticias – Análisis de alto impacto económico
Luis Caputo anunció el fin del cepo cambiario, pero lo que realmente ocurrió fue una nueva devaluación del 30%. Con un dólar que se moverá dentro de bandas entre $1.000 y $1.400, el Gobierno presentó esta medida como el inicio de una “nueva etapa de libertad económica”. Sin embargo, tras las palabras del ministro y la reacción inmediata del mercado, la duda clave se impone: ¿es esta una verdadera salida del cepo o una capitulación ante las exigencias del FMI, disfrazada de épica?
Desde Perico Noticias lo anticipamos: el cepo estaba muerto hace días. La ficción del tipo de cambio administrado se sostenía apenas con alambres y relato. El mercado ya descontaba una corrección cambiaria inminente, y el propio Fondo Monetario Internacional dejó trascender su exigencia de avanzar hacia la unificación del mercado de divisas como condición para desembolsar los prometidos 15.000 millones de dólares en 2025.
¿Qué ocurrió realmente?
En términos técnicos, Argentina devaluó nuevamente. El tipo de cambio, que operaba en torno a los $1.050, saltó rápidamente hacia el techo de la banda anunciada ($1.380 en mercados cripto 24/7). Y aunque el discurso oficial habla de “flotación administrada”, la verdad es que estamos frente a una devaluación encubierta para corregir el atraso acumulado desde diciembre, cuando Milei aplicó un primer salto del 118%.
Pero esta devaluación trae un problema doble: no viene acompañada de un plan antiinflacionario creíble, ni garantiza condiciones de estabilidad macroeconómica. Como advirtió Alejandro Vanoli en diálogo con Pablo Duggan, el esquema depende exclusivamente de la confianza de los especuladores y del “carry trade”: es decir, de que haya fondos dispuestos a jugar con tasas altas en pesos mientras el dólar no se escape.
Un déjà vu peligroso: ¿2018 otra vez?
Las similitudes con el colapso del modelo cambiario de Mauricio Macri son inquietantes. Bandas de flotación, FMI como prestamista de última instancia, tasas de interés altísimas y sin programa antiinflacionario serio. Ya lo vimos. Ya lo vivimos. Ya salió mal.
El propio Caputo dejó entrever que se trata de una apuesta de corto plazo: quemar las naves y resistir tres o cuatro meses con la esperanza de que el desembolso del FMI y los mercados internacionales den algo de aire. Pero la inflación no cede: marzo cerró con un 3,7% y abril podría escalar por encima del 5% solo por el efecto de esta nueva devaluación.
¿Qué significa esto para vos?
Para el ciudadano común, este anuncio no es más libertad, es más incertidumbre. Los precios ya están siendo remarcados por las dudas. Los comerciantes se preguntan a qué dólar repondrán su mercadería. Y el salario real sigue planchado, mientras la tasa de interés —según trascendidos— podría escalar al 6% mensual, encareciendo el crédito y paralizando la débil reactivación.
La promesa de que la banda de $1.000 se ajustará al 1% mensual parece una ilusión. Con esta inflación, esa banda se la come el mercado en semanas. Como ya ocurrió, como volverá a ocurrir si no hay una política integral que ancle expectativas y frene la sangría de precios.
¿Una decisión inevitable o una claudicación?
La pregunta política de fondo es incómoda pero ineludible: ¿nos dobló el brazo el Fondo Monetario Internacional? El anuncio del fin del cepo, en los términos en que se hizo —sin claridad, sin plan antiinflacionario, sin solidez institucional— parece más una imposición que una decisión soberana. La Argentina volvió a firmar un cheque en blanco al Fondo, con la esperanza de resistir un poco más.
Conclusión: ¿libertad cambiaria o jaula financiera?
El Gobierno habla de “libertad cambiaria”, pero sin reservas, sin crédito, sin control inflacionario y con una economía en recesión, no hay libertad que valga. La banda de flotación puede durar semanas o días. Todo dependerá de si el mercado cree —y hasta ahora no cree— que esta vez hay algo distinto detrás del anuncio.
Argentina volvió a devaluar. No hay otro nombre para lo que pasó. La única pregunta es si esta vez lo hizo por decisión o porque, una vez más, alguien le giró la muñeca hasta hacerla firmar.