Perico Noticias // El “mercado” ya leyó la escena: una megadevaluación hoy pulverizaría la economía real, borraría patrimonios y descalzaría cualquier contrato. Por eso, aun con el dólar respirando en la nuca de las reservas, descarta el golpe seco y apuesta a una reestructuración ordenada de la deuda como objetivo estratégico del Gobierno. Crudo pero lógico: reconocer que el shock no es asimilable tras el nivel de sangrado social acumulado.
La aritmética es implacable. Sin dólares genuinos, con vencimientos pesados y un tejido productivo exhausto, la devaluación continuará por goteo vía crawling, micro saltos y correcciones de tarifas. Es el “mal menor” para evitar un apagón total. Pero ese camino tiene costo político: licúa ingresos todos los meses y multiplica la irritación social. Traducido: reestructurar para estirar plazos y bajar intereses no es opcional; es la condición de posibilidad para no romper el termómetro del consumo.
¿Alcanza con reestructurar? No. Si Nación se concentra solo en la mesa con acreedores, el territorio puede implosionar. Provincias y municipios ya no pueden ser “administradores de pobreza”: deben pasar a gestores de desarrollo con los pocos recursos que tienen. El ajuste pasivo es más caro que la inversión inteligente. El riesgo no es académico: la presión social está al rojo y cualquier chispa —tarifas, alimentos, transporte— puede escalar.
¿Qué hacer ya, sin esperar milagros?
- Planes de empleo de choque: mantenimiento urbano intensivo, hábitat barrial, microobras de rápida ejecución (mano de obra local + insumos locales).
- Fondo anticíclico municipal/provincial para microcrédito productivo y reconversión de pymes (capital de trabajo, energía, logística, certificaciones).
- Compras públicas inteligentes: 30–40% de las licitaciones con cupo pyme local, plazos de pago garantizados y factoring público para no asfixiar proveedores.
- Clusters de oportunidad por territorio**:** agroalimentos con valor agregado, turismo de cercanía, minería de servicios, software aplicado y economía del cuidado.
- Alivio fiscal selectivo y temporal (monotributo local, tasas) atado a empleo formal generado.
- Seguridad alimentaria de precisión: compras mayoristas, acuerdos con productores y ferias de precios transparentes para anclar expectativas abajo.
- Tablero de control ciudadano (datos abiertos semanales): precios críticos, empleo, ejecución de obras, tiempos de pago. Confianza es información.
El Gobierno nacional puede negociar con bancos y fondos; pero la legitimidad para que esa negocación sea sostenible se construye en la proximidad: donde el vecino pisa barro, toma el colectivo y paga el kilo de pan. Si la política territorial sigue en piloto automático, la reestructuración nacerá muerta: no hay hoja de cálculo que aguante calles vacías y changuitos vacíos.
Lo sensato —y lo valiente— es admitir el límite: devaluación dosificada + reestructuración como dique de contención macro; desarrollo territorial quirúrgico como motor de paz social. Todo lo demás es relato. Y el relato, en recesión, dura un suspiro.
