Perico Noticias // El dólar no “opina”: cotiza riesgos. Y hoy la cotización está poniendo precio a una verdad incómoda: la Argentina entra a 2026 sin el instrumento más básico de gobernabilidad económica completamente aprobado: el Presupuesto.
Mientras el Banco Nación marcaba un oficial en torno a $1475 y las variantes financieras (MEP/CCL) se movían por encima, el mercado leyó lo mismo que cualquiera en el mundo corporativo leería ante una compañía sin presupuesto anual cerrado: no hay hoja de ruta, hay contingencia.
El oficialismo logró media sanción en Diputados, sí, pero ya perdió el capítulo XI (que buscaba derogar leyes vinculadas a emergencia en discapacidad y financiamiento universitario). Ese recorte no es menor: muestra que el Congreso no va a firmar “en blanco” y que cada artículo será una pulseada. Traducción a lenguaje de mercados: más fricción política = más demanda de cobertura en dólares.
Ahora bien: lo decisivo no es sólo la política; es la caja. El propio diseño del Presupuesto 2026 parte de supuestos macro (crecimiento, inflación y un tipo de cambio proyectado) que intentan anclar expectativas, con un dólar promedio estimado en torno a $1.423 para 2026. Pero una cosa es el Excel; otra, la calle: si el Presupuesto no se convierte en ley, esa narrativa pierde potencia operativa.
En paralelo, el calendario aprieta. El 9 de enero aparece como fecha crítica: vencen pagos por alrededor de US$4.200 millones entre capital e intereses de bonos, un test de credibilidad para el arranque de año. El Gobierno busca llegar a esa cifra con compras de dólares, depósitos del Tesoro y alternativas de financiamiento; pero, justamente, el mercado está mirando si la política le deja habilitadas todas las herramientas para manejar el 2026 sin improvisación.
Ahí entra el punto que explica la tensión: el Presupuesto 2026 incluye autorizaciones explícitas para endeudamiento y, especialmente, para emitir deuda bajo jurisdicción externa (tope en dólares) —clave para refinanciar y “estirar” vencimientos sin quemar reservas—, algo que por ley requiere aval legislativo. En otras palabras: sin ley, se achica el menú de financiamiento y sube el costo del plan B.
Y hay un dato más, que el mercado jamás pasa por alto: el propio esquema presupuestario contempla flujos vinculados al Banco Central (adelantos transitorios/rollover y devoluciones) dentro del tablero financiero, aunque con una narrativa oficial de no usar esa vía para financiar gasto primario. Cuando el “cómo se financia el Estado” está en discusión parlamentaria, la cobertura natural en Argentina se llama dólar. En criollo: si no está claro quién firma la chequera, el mercado compra paraguas.
Conclusión: el dólar se mueve porque la economía se mueve, sí; pero sobre todo porque la institucionalidad del programa todavía está en trámite. Para bajar la presión cambiaria no alcanza con pedir paciencia: hace falta cierre político (Presupuesto con reglas claras) y claridad de caja (cómo se paga enero, cómo se acumulan reservas y cómo se gestiona la deuda 2026 sin parches). Hasta que eso no ocurra, el dólar va a seguir haciendo lo que siempre hace en Argentina cuando huele indefinición: subir para recordarnos que el costo de la incertidumbre se paga al contado.
