Dólar planchado, país planchado: el espejismo que asfixia a las provincias (y a Jujuy primero)

Dólar planchado, país planchado: el espejismo que asfixia a las provincias (y a Jujuy primero)

Perico Noticias // El tipo de cambio atrasado es una anestesia que promete calma pero roba oxígeno. En la foto luce prolijo: inflación de transables contenida, brecha estable, euforia de corto en los mercados. En la película, destruye la competitividad, expulsa divisas y seca de rentabilidad a quienes generan dólares. A eso se le llama trampa macro.

¿A quién golpea primero? A las economías regionales y a todo exportador de valor real: agro, economía del tabaco, minería no integrada, industria con insumos locales. Venden a un dólar “barato”, pagan costos en pesos que corren más rápido y, cuando miran el P&L, la utilidad se evaporó. Resultado: parálisis de inversión, ajuste por empleo, recorte de mantenimiento, caída de rindes y, después, salida del negocio.

¿Y el capital externo? Un dólar caro desincentiva consumo; un dólar artificialmente barato desincentiva inversión productiva. Con activos locales con rentabilidad comprimida por atraso cambiario y riesgo regulatorio, el inversor mira el ticket y dice “no cierra”. Si los exportadores no liquidan y los inversores no entran, ¿por dónde llegan las reservas? No llegan. Entran migas financieras tácticas; no columnas estratégicas.

El Presidente prometió no mover las bandas hasta 2027. ¿Quién gana con el ancla? En el muy corto, importadores de bienes finales y consumidores urbanos que ven “pausa” de precios en algunos rubros; también el fisco nacional por recaudación inflacionaria con dólar pisado. ¿Quién pierde? Todos los que viven de producir y exportar: provincias orientadas a bienes comerciables, pymes industriales, cadenas regionales, y—por arrastre—el empleo formal. En recesión oficial, el atraso cambiario es un impuesto oculto a la productividad.

Jujuy es el caso testigo. Nación exige ajuste intramuros para sobrevivir políticamente; la Provincia presume superávit, pero a costa de un empobrecimiento programado: salarios públicos licuados, gasto de capital en punto muerto y un sector privado exhausto que ya no amortigua. Las acopiadoras tabacaleras empiezan a despedir; el comercio se vacía; la canasta salarial del empleado público no mueve el amperímetro. Superávit sin crecimiento es pobreza con prolijidad contable.

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El gobierno de Carlos Sadir luce inmóvil, atado a un manual de la década pasada y a tutelas políticas que ya fracasaron en las urnas. La derrota fue un plebiscito sobre la capacidad de gestionar escasez con imaginación. No la hubo. Hoy la parálisis cognitiva se ve ministerio por ministerio: estructuras que administran la penuria, no que diseñan estrategias; burocracias que sellan papeles, no que destraban proyectos.

A esto se suma un ecosistema municipal del siglo XX: clientelismo de supervivencia, brigadas de mantenimiento y poca—o nula—política de desarrollo. Casi todas las intendencias hacen contención social -cargos improductivos-, no desarrollo económico local. Sin clusters, sin bancabilidad de proyectos, sin alianzas público-privadas, sin data. Cuando el dólar está planchado y la macro no tracciona, lo único que queda es management territorial de alto desempeño. Es precisamente lo que no existe -parálisis cognitiva-.

El atraso cambiario también castiga la minería provincial si la cadena no está integrada: sube el costo en pesos, baja el precio en dólares, se achica el margen y se patean inversiones. Para colmo, la logística se encarece en términos reales y la presión fiscal subnacional compite contra la propia provincia: más tasas, menos incentivos, cero runway para innovar.

Con este trade-off, la pregunta es brutal: ¿cómo piensa Jujuy generar dólares propios o atraerlos si sus exportadores pierden margen y su mercado interno se achica? La respuesta no puede ser “esperar a 2027”. Esperar es perder. Y perder hoy es cerrar plantas mañana.

La política provincial y municipal tiene 90 días para pasar de “administradores de pobreza” a “gestores de crecimiento”: alivio tributario selectivo y temporal atado a empleo y exportación; fast-track regulatorio para proyectos con divisas netas; compras públicas con “contenido jujeño” real; fondos rotatorios para capital de trabajo exportador; ventanilla única para economía del conocimiento; consorcios logísticos regionales; y una mesa de precios energéticos y tarifas que no maten la producción. No es ideología: es ingeniería de competitividad.

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El dólar planchado es un espejismo que enamora en campaña y deja ruinas en la economía real. Si Nación decide sostenerlo, Jujuy no puede ser convidado de piedra. O construye resiliencia —con política pro-exportadora, alivios al costo local y un shock de gestión— o el 2027 la encontrará más pobre, más dependiente y más vacía.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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