MONOLOGO DE LUZ Y GESTIÓN: UNA CIUDAD QUE DESPIERTA
Hay momentos en que las gestiones se convierten en rutinas, en gestos previsibles del Estado. Pero hay otros, como el que vive Monterrico hoy, en que la acción política se funde con el alma de su pueblo. Porque cuando se enciende una luz, no se trata solo de un foco; se trata de encender confianza. Se trata de decirle al vecino: “Estamos con vos, te vemos, te cuidamos”. Y esta vez, al fin, no es una promesa. Es un hecho.
El intendente Luciano Moreira, con su plan integral Monterrico Ilumina, no solo avanza: transforma. El mítico y temido Cruce Scaro, lugar de tantos lutos silenciados por años, fue totalmente iluminado con tecnología LED de última generación, jirafas modernas y un criterio de infraestructura que no admite improvisaciones. Una deuda de décadas ha sido saldada. Un reclamo histórico fue finalmente escuchado. Y lo más importante: fue resuelto.

Ya no se habla de olvido en Monterrico. Hoy se habla de presencia.
Por primera vez, los monterrriqueños pueden decir que el Estado los habita, que las obras no son una excepción sino parte de su vida cotidiana. Se ha naturalizado la gestión como se naturaliza el aire: siempre está, y se la necesita. No se espera un milagro, se ve el cambio. El centro de Monterrico ya luce con iluminación LED al 100%. Y ahora, sin freno, el municipio avanza por los barrios más alejados, como San Vicente, donde pronto se inaugurará una nueva etapa de extensión de red de alumbrado público.
Monterrico ya no vive a oscuras. Vive con esperanza.
La iluminación pública, muchas veces subestimada, es una política transformadora: brinda seguridad vial, promueve actividades culturales nocturnas, potencia el turismo, extiende los horarios comerciales, mejora la productividad, y sobre todo, cuida vidas. Esa es la diferencia entre una gestión que mira a los ojos y otra que simplemente pasa.

La ciudad ya no depende de campañas. Tiene un rumbo. Y en ese rumbo, cada poste, cada jirafa, cada lámpara encendida, representa el rostro de un pueblo que vuelve a creer. Porque en Monterrico, el Estado ya no es ajeno. Hoy, el Estado somos todos. Y entre todos, estamos construyendo los días mejores que durante tanto tiempo nos fueron negados.