“Dos años de aguante y el Presupuesto igual hace agua: Argentina al borde del cansancio social”

“Dos años de aguante y el Presupuesto igual hace agua: Argentina al borde del cansancio social”

Hay un punto en que la épica del “aguantar” deja de ser virtud y pasa a ser síntoma. En Argentina, después de dos años de esfuerzo ciudadano —pagar más, comprar menos, postergar todo y esperar “la estabilidad”— el debate del Presupuesto vuelve a exponer una verdad incómoda: los números no cierran. Y cuando un presupuesto no cierra, lo que cierra es otra cosa: persianas, turnos médicos, obras, changas, consumo y paciencia.

No se trata de una frase suelta para la tribuna. En el Congreso, voces que no se caracterizan por el melodrama advirtieron que el proyecto está “lejos de la realidad” y que no contempla compromisos centrales con las provincias, como las cajas jubilatorias. En la misma línea, durante el debate legislativo se lo calificó directamente como “Presupuesto de ajuste” y “absolutamente anti federal”, con críticas por omitir prioridades sensibles como educación, salud e infraestructura.

El problema de fondo no es sólo técnico. Es político y social: se gobierna con una planilla de Excel, pero se vive con heladera, combustible, luz y laburo.

La trampa del “déficit cero” sin plan de crecimiento

El oficialismo insiste en el “déficit cero” como objetivo rector. Esa consigna ya fue presentada como norte de la “ley de leyes”, con un mensaje directo a los gobernadores: el ajuste consolidado también lo tienen que hacer ellos.

Hasta ahí, el libreto. El punto es el costo operativo: cuando Nación se “ordena” recortando transferencias, el sistema no se equilibra, se desbalancea hacia abajo. Las provincias quedan obligadas a endeudarse, subir impuestos o recortar servicios. Y los municipios —última ventanilla del vecino— quedan como fusible social sin caja, con demandas creciendo y recursos achicándose.

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El NOA y Jujuy: el ajuste se siente antes y pega más fuerte

En el NOA, y particularmente en Jujuy, la macroeconomía no llega como teoría: llega como freno. Cuando cae el consumo, la región no tiene “colchón” industrial amplio para amortiguar. Cuando se corta la obra pública, se apagan decenas de microeconomías que viven del movimiento diario. Cuando se encarece el crédito o se seca la liquidez, el comerciante no “reformula estrategia”: sobrevive o cierra.

Y ahí aparece el dato político más inquietante: la sociedad ya hizo su parte. Apretó dientes, pagó tarifas, toleró recortes, se adaptó. Pero si el Presupuesto “no cierra”, lo que se está admitiendo —aunque nadie lo diga— es que el sacrificio no fue acompañado por un modelo de recuperación real.

Lo que viene si el Presupuesto sigue flojo

Con realismo, sin eslóganes, estos son escenarios plausibles a corto plazo:

  1. Más tensión Nación–provincias: si el proyecto no contempla obligaciones sensibles, la disputa se judicializa o se vuelve extorsión política (“te giro si acompañás”).
  2. Municipios a la intemperie: más demanda social, menos fondos; aumento de tasas locales y más conflictividad.
  3. Economía en modo “fricción permanente”: consumo planchado, pymes sin aire y empleo informal como refugio.
  4. Fatiga social: el componente más peligroso. No por “enojo de redes”, sino por el cansancio real del laburante que ya no ve horizonte.

La alerta es simple: si después de dos años el Presupuesto sigue sin cerrar, no es sólo un problema de cuentas; es un problema de rumbo. Y cuando el rumbo se discute tarde, el costo lo pagan los mismos de siempre.

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