«La fiebre del país muerto: una economía sin vida, una sociedad al borde del estallido»
Una tragedia argentina narrada por sus protagonistas
Argentina no está en crisis: está muriendo. Desde la emblemática planta de Coca‑Cola hasta los kioscos de barrio, desde las grandes empresas hasta los empleos más humildes, todos se desangran en las garras de un modelo que extermina la vida productiva del país. La fiebre, esa enfermedad de la esperanza y la vitalidad, aquí no tiene lugar: esto ya es el cementerio de la economía.
Despidos en Coca‑Cola: el símbolo de un país que cae
Los trabajadores en asamblea gritan contra los despidos: no es una fábrica lo que se va, es una parte del corazón nacional. Urge memoria: esta crisis no estalló ayer, fue preanunciada. Lo que hoy ven no es un accidente sino el resultado inevitable de decisiones políticas que destruyeron miles de comercios y empleos, sin pararse ni a mirar atrás. Esa fiebre que se prometió erradicar, se llevó al país consigo.
El vaciamiento como estrategia
No se trata solo de recesión: hablamos de un modelo que sistemáticamente asfixia el comercio, vacía fábricas y desarma cadenas de producción locales. Cerraba fábricas, se clausuraban tiendas, morían las economías regionales. Y los que quedan viven con miedo de volver a abrir la persiana cada mañana.
Mensajes que matan: la narrativa del “enemigo interno”
La campaña política difunde la palabra “fraude”, no como dato, sino como aviso. Tramas virales, WhatsApp, mensajes que llegan “de la mamá”… la guerra es emocional. Se propone un enemigo: el pobre, el kiosco, el pequeño comerciante. Ellos ya murieron de inconformidad. Ahora, podrían morir de exclusión.
¿Qué vota un pueblo en desaparición?
¿A quién elige un pueblo que no tiene trabajo ni perspectivas, que ve morir su país? La pregunta no es retórica:
- ¿Votarían por quien destruyó lo que quedaba?
- ¿O por quien promete refundar la economía?
Porque en el fondo, es una disyuntiva moral entre sobrevivir y confiar en aquello que aún respira.
Una implosión social se cocina a fuego lento
Cuando la economía muere, la sociedad colapsa desde adentro. No habrá “fiebre” ni “cierre de crisis”. No habrá brotes verdes. No hay brotes: hay huecos vacíos en los bolsillos, en las fábricas, en las escuelas.
Y cuando todo lo que queda es indignación, las explosiones no son de mercado: son sociales.
La verdad del conflicto actual
Esto no es una crisis que “va a llegar”, como se dijo. Ya llegó. Está causando hambre, desplazamiento, desempleo. Y con ello, una desconfianza profunda hacia las instituciones y hacia la palabra política. Las narraciones por WhatsApp, las campañas virales, el uso emocional del mensaje… todo apunta a un escenario en que se difumina la esperanza colectiva.
¿Qué votar cuando no hay país?
La elección ya no será solo política. Será existencial. ¿Qué elige una sociedad que no tiene comercio, que no tiene industria, que no tiene salario digno? ¿Qué vota?
Una implosión social no se vota, simplemente se hace inevitable si el dolor se vuelve insoportable.
Invitación al lector
- No confundamos síntomas con enfermedades crónicas.
- Rescatemos la voz de los trabajadores, de los pequeños comercios y de los Kioscos que aún resisten.
- No subestimemos el poder del relato emocional: el odio fragmenta, la esperanza reconstruye.