Perico Noticias // La economía argentina está caminando en puntas de pie sobre un campo minado. Lo que hoy se presenta como éxito fiscal, equilibrio financiero y victoria contra la inflación es, en realidad, una construcción mentirosa, sostenida por endeudamiento obsceno, maquillaje de datos y represión cambiaria. Este plan económico está terminado. Fracasó antes de nacer. Y solo espera la chispa final que lo haga estallar.
Lo dijo sin rodeos Carlos Maslatón, y lo confirma cada pyme que cierra, cada puesto de trabajo perdido, cada góndola que cambia de precio dos veces por día: la recesión es brutal, especialmente en el interior, y el supuesto milagro libertario es una bomba de tiempo. Argentina no se está ordenando. Se está fundiendo.
El truco de la magia: endeudarse para fingir equilibrio
El ministro Luis Caputo juega al ilusionismo con los números. Presenta un superávit fiscal trucho que no incluye el componente explosivo del nuevo ciclo: la emisión de deuda en pesos, que se multiplica a razón de 300 millones de dólares diarios. Se llama «carry trade», o bicicleta financiera, y es el corazón de este esquema: atraer capitales golondrina con tasas exorbitantes, sin respaldo productivo, para contener artificialmente al dólar.
¿Qué genera esto? Un país carísimo, sin competitividad real, con inflación reprimida y precios en pesos por las nubes. Un modelo que ya fracasó con Martínez de Hoz, Cavallo y Macri, y que Milei insiste en replicar, esta vez con mayor brutalidad, desprecio social y obediencia ciega al poder financiero.
Dólar trampa, deuda eterna, pobreza garantizada
La otra gran mentira del programa es el dólar. Caputo habla de tipo de cambio competitivo mientras lo mantiene pisado con controles y restricciones. ¿La razón? Evitar una explosión inflacionaria antes de las elecciones. Pero la olla a presión no puede contenerse indefinidamente: el día que el dólar se libere, la economía se va a licuar. No hay dólar de equilibrio a $1500 ni a $2500: el país necesita ser 60% más barato para recuperar productividad. Y eso no se logra con slogans.
Mientras tanto, la deuda sigue creciendo sin control, y la clase media vuelve a dolarizarse porque, como dijo Maslatón, “el alma argentina no confía en el peso”. La gente lo sabe antes de que se lo digan.
El escenario final: entre 1981 y 2001
La película ya la vimos. El final del experimento es inevitable: una mezcla de explosión cambiaria, default de deuda, inflación galopante y recesión paralizante. El gobierno lo niega, el establishment lo calla, y el Fondo Monetario hace la vista gorda porque los intereses políticos pesan más que los principios económicos. Pero los datos no mienten.
«Estamos ante el mismo modelo que hundió a la Argentina una y otra vez: dólar barato sostenido con deuda, atraso cambiario y represión monetaria. Solo falta el derrumbe.»
En el interior del país —en Jujuy, Salta, Catamarca, Santiago— la recesión no es una estadística: es un desierto. Comercios vacíos, productores fundidos, municipios quebrados. No hay rebote ni brotes verdes. Solo espera.
La Argentina real está muy lejos del Excel de Caputo y de los gritos de Milei. Está en la calle, en el bolsillo del laburante, en la impotencia de las economías regionales. Y ahí, el final del plan no es futuro. Es presente doloroso.
📢 Cuando el relato ya no alcanza y el ajuste se vuelve amputación, la caída es inevitable. Y esta vez, no habrá shock que salve a los que no tienen qué comer.