La escena fue un espectáculo de humillación diplomática sin precedentes. Volodymyr Zelensky, el hombre que hasta hace poco era aclamado como el bastión de la democracia occidental, salió de la Casa Blanca sin más que el eco de una puerta cerrándose a sus espaldas. Estados Unidos le ha dado la espalda, y con ello, el destino de Ucrania ha quedado sellado. La guerra está perdida y la capitulación es solo cuestión de días. Lo que parecía un respaldo inquebrantable ha demostrado ser un castillo de naipes, derrumbado por los vientos de la geopolítica y la fatiga de Washington.
El mensaje fue claro: Estados Unidos ya no ve en Ucrania una inversión rentable. Con el ascenso de Donald Trump y su ala más pragmática dentro del Partido Republicano, el apoyo irrestricto a Kiev se ha convertido en un lastre político y económico. Biden, ya debilitado por la falta de resultados en la contienda, simplemente no puede sostener la ficción de una victoria posible. En el ajedrez global, Zelensky se ha convertido en un peón sacrificado. Y la pregunta ya no es si Ucrania perderá, sino cuánto más sufrimiento deberá soportar antes de rendirse.
Zelensky llegó a Washington esperando promesas de nuevos envíos de armas, financiamiento y respaldo estratégico. En su lugar, encontró frialdad y desprecio. La imagen de su asesora llevándose las manos a la cabeza, reflejo del desastre en vivo, dejó en claro que el presidente ucraniano fue abandonado a su suerte. Washington le ha quitado no solo el apoyo militar, sino también la inteligencia estratégica, el flujo de armas avanzadas y el respaldo financiero que mantenía a flote la resistencia. Sin eso, el ejército ucraniano es un gigante de barro a punto de desmoronarse.
El gran perdedor de este espectáculo no es solo Zelensky, sino toda Europa. Macron, Scholz y el resto de los líderes europeos se enfrentan ahora a una decisión que preferirían evitar: aceptar la derrota de Ucrania o desafiar a Estados Unidos con un apoyo propio que, francamente, no pueden permitirse. La OTAN, en su papel de escudo occidental, queda en una posición incómoda, mostrando su debilidad frente a una Rusia que ya saborea la victoria. La diplomacia europea está al borde de una crisis, y lo que se decida en los próximos días determinará si este conflicto se cierra con una negociación amarga o con una rendición total.
La pregunta que flota en el aire es cuánto tiempo tardará Zelensky en aceptar la inevitable capitulación. La guerra no puede prolongarse mucho más sin el sostén estadounidense. Rusia, con paciencia estratégica, ha esperado este momento y ahora tiene la ventaja total. Ucrania ha perdido la guerra y con ello se abren las puertas a un nuevo orden mundial donde Moscú impone las reglas y Occidente lidia con las consecuencias de su fracaso. La historia ha dado un giro brutal, y lo que antes era impensable ahora es un hecho consumado: Estados Unidos ha dejado caer a su aliado, y con ello, el final de la guerra está más cerca que nunca.