“Eje Trump en el Sur: el triunfo de Kast en Chile y la nueva derecha que reordena América Latina”

“Eje Trump en el Sur: el triunfo de Kast en Chile y la nueva derecha que reordena América Latina”

La segunda vuelta en Chile dejó un dato incuestionable: la derecha dura ya no es un fenómeno marginal. Con un 58% de los votos, José Antonio Kast se impone con una diferencia que trasciende lo electoral y se vuelve mensaje geopolítico. No es solo el triunfo de un candidato conservador; es la confirmación de que el clima de época en América Latina comenzó a girar a la derecha, bajo la sombra alargada de Donald Trump.

El propio guion del discurso de Kast lo exhibe: “restablecer la ley”, “vivir sin miedo”, “expulsar inmigrantes ilegales”, “mano dura contra la delincuencia” y “reactivar la economía”. Seguridad, fronteras, castigo y mercado: el manual básico del trumpismo adaptado al Pacífico Sur. La rápida felicitación de la administración Trump no fue cortesía diplomática, fue señal de alineamiento y marca de territorio frente a China y frente a cualquier proyecto progresista que ose disputar el rumbo.

La derecha 3.0: de Washington a Santiago, pasando por TikTok

Lo novedoso no es solo el triunfo de Kast, sino quiénes lo empujan. Una parte significativa de su voto proviene de los más jóvenes de áreas urbanas: generaciones atravesadas por la precariedad laboral, endeudadas, machacadas por la inflación y cansadas de promesas incumplidas.

La izquierda les habló de derechos y ampliaciones democráticas, pero no pudo garantizarles futuro material. La derecha, en cambio, llega con un mensaje simple y emocional:

  • “Te roban el trabajo.”
  • “Te roban la seguridad.”
  • “Te roban la patria.”

En un ecosistema dominado por redes sociales, algoritmos y microvideos, gana quien logra condensar enojo en consignas de 15 segundos. Y ahí el trumpismo global lleva ventaja: memes, provocación, enemigos claros y un relato épico de “pueblo traicionado que se levanta contra las élites progresistas”.

No es casual que muchos jóvenes latinoamericanos sigan cuentas que reivindican a Trump, Milei, Bolsonaro o ahora Kast. El discurso se exporta en tiempo real: una Internacional de la Derecha 3.0 que no necesita partidos ni instituciones; le basta con teléfonos y redes.

Washington mueve el tablero, Pekín aparece herido

Mientras Kast celebra, China muestra datos preocupantes: desplome de la inversión inmobiliaria, caída del consumo y desaceleración industrial. La segunda economía del mundo, que durante dos décadas fue motor de precios de commodities y socio principal de varios países latinoamericanos, entra en una fase de turbulencia estructural.

En ese contexto, el triunfo de una derecha alineada con Trump en Chile funciona como pieza clave en la disputa global:

  • Chile es proveedor estratégico de cobre y litio.
  • Estados Unidos presiona para reconfigurar cadenas de suministro alejándolas de Pekín.
  • Un gobierno afín a la Casa Blanca facilita acuerdos militares, comerciales y tecnológicos en clave anti-China.

Es decir: lo que se decide en La Moneda no se queda en Santiago. Reconfigura el tablero de inversiones, condiciona la política energética de la región y manda un mensaje directo a otros gobiernos: “el premio” de alinearse con Washington es apoyo financiero, diplomático y mediático; el castigo, quedar del lado perdedor de la guerra fría tecnológica.

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Europa se rearma, Ucrania sangra… y América Latina toma partido

Mientras tanto, Europa vive su propia escalada: la guerra en Ucrania, el debate sobre el servicio militar obligatorio y un aumento del gasto en defensa que parecía impensable hace una década. Zelensky explora fórmulas de seguridad que no sean ingreso pleno a la OTAN, pero la lógica de bloques militares volvió para quedarse.

En este clima, América Latina deja de ser “patio trasero” y se transforma en campo de disputa estratégica: minerales críticos, alimentos, agua, territorio, votos en organismos internacionales. El triunfo de Kast, sumado a otros giros conservadores en la región, fortalece un eje político que:

  • legitima una agenda de orden interno y mano dura;
  • se alinea con los intereses geopolíticos de Estados Unidos;
  • y mira con desconfianza —cuando no con hostilidad— la presencia económica de China y Rusia.

El desencanto que alimenta a la nueva derecha

Sería un error explicar este giro solo como resultado de “manipulación externa”. Hay un dato incómodo: las fuerzas progresistas dejaron heridas abiertas.

  • Prometieron igualdad, pero toleraron corrupción y privilegios.
  • Hablaron de Estado presente, pero no evitaron que la escuela se vacíe de sentido, la salud colapse y la informalidad laboral se dispare.
  • Construyeron relatos épicos mientras la vida cotidiana se llenaba de miedo al robo, al sueldo que no alcanza, al futuro incierto.

Ese vacío es el que hoy capitaliza la derecha trumpista: ofrece un orden simple frente a un mundo complejo. Propone respuestas duras a problemas reales, y lo hace con una narrativa emocional que la izquierda, encerrada en su propio lenguaje, no supo contrapesar.

¿Hacia dónde va América Latina?

La victoria de Kast en Chile abre un interrogante mayor:
¿estamos ante un cambio de ciclo duradero o solo ante una oscilación del péndulo?

Algunos elementos sugieren que el movimiento puede profundizarse:

  • Un mundo endeudado hasta niveles récord, que en 2026 afrontará vencimientos gigantescos.
  • Economías estancadas, con jóvenes que sienten que la movilidad social ascendente es un lujo del pasado.
  • Un clima global de militarización, tensiones geopolíticas y guerra cultural.

En ese escenario, la derecha radical ofrece identidad, pertenencia y enemigos claros. La pregunta es si la región será capaz de construir una alternativa propia, que no sea ni la obediencia ciega a Washington ni la nostalgia de proyectos progresistas que no supieron reformarse.

La tarea pendiente

El triunfo de Kast no debería leerse solo como victoria de la derecha, sino como advertencia histórica para toda América Latina:

  • Si la política se limita a administrar el ajuste impuesto por poderes externos, otros llenarán el vacío con autoritarismo de alta intensidad.
  • Si la democracia no se traduce en seguridad, trabajo y horizonte de futuro, la palabra “libertad” será capturada por quienes la usan para justificar exclusión, xenofobia y represión.
  • Si la juventud siente que no tiene lugar en el contrato social, buscará refugio en proyectos que prometen derribar todo lo anterior, aunque el precio sea renunciar a derechos conquistados.
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Chile vuelve a ser, como en otras épocas, laboratorio político de la región. Esta vez, el experimento combina trumpismo, geopolítica del litio y desencanto generacional. Lo que ocurra en los próximos años en Santiago será una señal potente para Buenos Aires, Lima, Bogotá, Ciudad de México y todo el mapa latinoamericano.

La historia no está escrita. Pero hoy, el mensaje es nítido:
la derecha ya dejó de pedir permiso para gobernar el Sur.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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