El argentino de Floresta, músico del Papa León XIV

El argentino de Floresta, músico del Papa León XIV


En tiempos donde el arte suele rendirse ante el mercado o disfrazarse de espectáculo vacío, hay voces que se elevan desde la raíz popular para decir, cantar y conmover. Eduardo Pantuso, cantor argentino de alma peruana y corazón cristiano, es una de ellas. Desde el barrio porteño de Floresta y con más de 40 años de guitarra a cuestas, acaba de ser reconocido por la prensa peruana como el «músico del Papa León XIV», un título que no pidió, pero que honra con cada verso que escribe.
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Pantuso no necesita autotune ni marketing: le alcanza con la fe, la memoria y la palabra justa. Sus composiciones, impregnadas de identidad religiosa y afecto barrial, ya recorrieron altares y redacciones. Le escribió al Papa Francisco, a Mamantula, al Cura Brochero, a Carlos Acutis y a San Cayetano. Ahora, su nueva canción dedicada a León XIV —el primer Papa consagrado tras Francisco— lo proyecta nuevamente al corazón espiritual de los pueblos que aún creen en la música como plegaria.

Pero Eduardo no canta para vanagloriarse. «No vivo del aplauso, pero si me aplauden me gusta. No vivo del saludo, pero si me saludan me alegra», dice entre risas humildes, como quien sabe que su guitarra es puente, no trono. Lo suyo no es fama, es servicio. No cobra por su arte, lo entrega como bendición. Así lo reconocen también en Perú, tierra de sus abuelos, donde sus canciones fueron recibidas como gesto de hermandad y puente espiritual.

Con más de cien composiciones populares dedicadas a figuras de la fe católica y del pueblo, Pantuso no olvida sus raíces peruanas, ni sus compromisos con la cultura popular. «Tengo sangre peruana por parte de mi mamá. Mi abuela era de allá y tengo primos que me siguen con orgullo. Me emociona mucho que allá valoren lo que hacemos desde acá», sostiene.

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En tiempos de inmediatez y olvido, su mensaje va a contramano: sus letras invocan la espiritualidad cotidiana, la ternura de los santos populares, el amor por las vírgenes que caminan entre el polvo del conurbano y la fe de los sin fe. Su canto no baja línea: sube la esperanza.

La historia del “músico del Papa León XIV” no se mide en rankings, sino en agradecimientos. Por eso, cuando Eduardo dice que esto «es una bendición», no habla de él, sino del poder transformador del arte comprometido. Ese que no pide nada, pero da todo. Ese que honra la memoria de los pueblos y su religiosidad profunda.

En un país que busca ídolos sin alma, la canción de Pantuso es un milagro con nombre propio.

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