El Bufón del Imperio: Milei, entre el servilismo ideológico y la sombra de las élites corruptas

El Bufón del Imperio: Milei, entre el servilismo ideológico y la sombra de las élites corruptas

En la gran tragicomedia del poder global, Javier Milei ha elegido un papel menor pero ruidoso: el de bufón de corte. El hombre que se jacta de gritar “libertad, carajo” frente a públicos selectos en Estados Unidos o de abrazar a Elon Musk como símbolo del nuevo orden, acaba de demostrar que su lugar no es el de los arquitectos del poder, sino el de sus animadores. La reciente disputa pública entre Donald Trump y Elon Musk, donde el magnate sudafricano lo acusó de estar vinculado a la red de abuso sexual del siniestro Jeffrey Epstein, revela no solo los límites de las lealtades en la elite internacional, sino también el carácter extremadamente volátil y destructivo de los círculos que Milei idolatra.

De aliados a enemigos: el juego de tronos entre Trump y Musk

Hasta hace poco, Trump y Musk se mostraban como partes de un mismo frente ideológico: millonarios antisistema, deseosos de tumbar el Estado y de subyugar la política al algoritmo y la billetera. Pero las cosas cambiaron. Musk, tras la revelación de que Trump aparece en los registros de los organizadores de las fiestas sexuales de Epstein, no solo lo dejó entrever: lo denunció. No hay moral, solo conveniencia. El que ayer era un socio estratégico hoy es un estorbo a eliminar.

Y aquí aparece Milei, admirador confeso de ambos, convertido en testigo servil de esa fractura. Sin potencia ni capital para intervenir ni voz propia para diferenciarse, el presidente argentino se limita a repetir dogmas que, con cada escándalo, se derrumban como castillos de naipes. Porque si la ética libertaria se construye sobre las ruinas de la verdad, la justicia y la sensibilidad social, lo que queda es una lógica de encubrimiento, manipulación y miseria moral.

Los vínculos oscuros que condenan el alma del mileísmo

Milei carga, además, con sus propios fantasmas. No solo por sus vínculos políticos con figuras como Ricardo Bussi, hijo del genocida Antonio Domingo Bussi, sino también por haber defendido públicamente a personajes envueltos en denuncias de abuso, apología de la dictadura y violencia de género. La moral libertaria, en este contexto, no es otra cosa que la moral del privilegio: el derecho de los poderosos a no rendir cuentas.

La Justicia argentina ya ha investigado, y sigue investigando, entornos donde circulan nombres cercanos al oficialismo involucrados en prácticas violentas, manipulaciones sectarias y mecanismos de disciplinamiento social encubiertos. Sin embargo, el poder mediático que sostiene a Milei se encarga de desviar la atención, de hacer del escándalo una anécdota y de la denuncia una conspiración.

¿Libertario o vasallo?

El presidente argentino ha dejado claro que su modelo de liderazgo es la subordinación. Se pone de rodillas frente a Trump aun cuando este empieza a ser devorado por sus propios aliados. Se deja manipular por Musk aunque sus empresas, como Tesla o SpaceX, representan la privatización extrema que destruye empleo, precariza derechos y coloniza territorios. Milei no lidera: obedece. Y lo hace con devoción fanática.

Esa entrega ciega a los nuevos señores del capital global lo convierte en un bufón. No es un reformador ni un revolucionario. Es el payaso de una fiesta a la que nunca fue realmente invitado. Lo invitan a los márgenes, le permiten hablar, gritar, “hacer show”. Pero nunca, jamás, tomar decisiones que afecten los intereses verdaderos del poder mundial.

Cuando el circo se cae, solo queda el humo

Argentina está al borde de una crisis moral profunda. No es solo el hambre, ni la recesión, ni la represión. Es la resignación de tener a un presidente que ha hecho de la indignidad un programa de gobierno. Que entrega la soberanía a cambio de likes. Que rinde pleitesía a hombres que hoy se acusan mutuamente de participar en redes de explotación sexual.

Cuando la ética se arrodilla ante la codicia y el discurso de la libertad se usa para justificar los pactos con criminales de guante blanco, no hay redención posible. Milei no puede salir ileso de esta. Su alineamiento con los poderes oscuros de la elite global, su incapacidad de pararse en defensa del pueblo que lo votó y su desprecio absoluto por la moral pública lo condenan a ser lo que es: un bufón sin poder, una marioneta disfrazada de héroe.

Conclusión: un destino marcado por la humillación

La pregunta ya no es si Milei tiene un plan para la Argentina. La pregunta es: ¿tiene dignidad para gobernar? Si el presidente no es capaz de distanciarse de quienes están siendo señalados como parte de las redes más turbias del poder mundial, entonces la condena no será política, sino histórica. Y esa, señor presidente, no se veta con decretos.

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