Redacción Perico Noticias // La detención del senador Edgardo Kueider en Paraguay por contrabando de más de 200 mil dólares sin declarar no solo ha desatado un escándalo político de proporciones internacionales, sino que ha puesto al gobierno libertario de Javier Milei en una encrucijada estratégica. ¿Podrá el oficialismo sortear esta crisis o se convertirá en el primer cisne negro que marque el inicio de su declive político?
Un Senado cerrado y una oposición al acecho
En un movimiento inusual, la Casa Rosada ordenó el cierre del Senado, un gesto que busca evitar el escenario que más temen: la destitución de Kueider por parte del bloque peronista, liderado por José Mayans y Juliana di Tullio. La preocupación no solo radica en la expulsión del senador entrerriano, sino en las consecuencias políticas que derivarían de su reemplazo. La eventual llegada de Stefanía Cora al Senado fortalecería la bancada del Frente de Todos, otorgándole 34 escaños y acercándola peligrosamente a una mayoría decisiva.
Los aliados radicales y libertarios han sido categóricos: «Si abrimos el recinto, el peronismo raja a Kueider», advirtieron en reuniones clave. El cierre del Senado es, para el oficialismo, un mal menor frente al riesgo de una crisis parlamentaria que podría desestabilizar aún más su frágil mayoría.
Un dilema ético y estratégico
El caso Kueider plantea una incómoda contradicción para el gobierno libertario, que llegó al poder con un discurso de honestidad y transparencia. Defender a un senador acusado de contrabando socava esa narrativa y alimenta las críticas de sus detractores. La senadora di Tullio no dudó en capitalizar este ángulo, declarando que «no podemos tener a un contrabandista preso como senador nacional».
El dilema es claro: mantener a Kueider en su banca podría significar un costo político irrecuperable para Milei, pero abrir la puerta a su destitución podría consolidar el poder de la oposición en el Senado, una jugada que el gobierno no está dispuesto a arriesgar.
El impacto en el equilibrio del poder
Más allá de Kueider, el cierre del Senado tiene implicancias que trascienden este caso. La oposición, ya organizada para sesionar, advierte que cuenta con los 37 senadores necesarios para lograr quórum y los dos tercios requeridos para la destitución. Este enfrentamiento pone en evidencia la fragilidad del gobierno libertario en el ámbito legislativo, donde cada movimiento puede alterar el delicado equilibrio de poder.
Además, las conversaciones en los pasillos del Congreso revelan un panorama incierto. La posibilidad de que el Frente de Todos aumente su representación con figuras como Ana Almirón o Stefanía Cora genera preocupación en el oficialismo, que teme perder control no solo sobre el Senado, sino también sobre la narrativa política.
¿Un cisne negro o una oportunidad de reinvención?
El concepto de cisne negro, popularizado por el ensayista Nassim Taleb, describe eventos imprevistos con un impacto masivo. La detención de Kueider, un hecho aparentemente aislado, podría ser el catalizador de una serie de acontecimientos que redefinan el escenario político argentino. ¿Será este el evento que marque el inicio de la caída del gobierno libertario, o será la oportunidad para que Milei demuestre su capacidad de manejar crisis con audacia y pragmatismo?
La decisión de cerrar el Senado puede interpretarse como un intento desesperado por ganar tiempo, pero también como una jugada estratégica para evitar que la oposición capitalice la crisis. Sin embargo, la pregunta que queda en el aire es si este movimiento logrará contener las tensiones o si, por el contrario, exacerbará el descontento y debilitará aún más al oficialismo.
Un desenlace incierto
La trama en torno a Kueider sigue generando intriga. Los próximos días serán clave para definir si el gobierno libertario logra sortear este desafío sin mayores daños o si el cisne negro del Senado se convierte en el símbolo de un capítulo turbulento para la administración Milei. En el ajedrez político argentino, cada pieza que se mueve trae consigo un nuevo nivel de incertidumbre, y el caso Kueider podría ser la jugada que defina el tablero.