El colapso del consumo minorista en la era Milei: ¿qué pasa con la democracia si la gente no puede comprar?

El colapso del consumo minorista en la era Milei: ¿qué pasa con la democracia si la gente no puede comprar?

La crisis de consumo en Argentina ya no es una preocupación en ciernes, es una realidad brutal y extendida. Los datos no mienten: mientras el gobierno celebra logros macroeconómicos como la reducción gradual de la inflación, el colapso en las ventas minoristas, en mayoristas y supermercados, revela el verdadero costo social del ajuste radical.

Indicadores alarmantes

  • Según Centro RA (UBA), el consumo cayó 22 % en mayoristas y 8 % en supermercados minoristas desde que comenzó la administración de Milei.
  • El consumo privado cayó 11,6 % en el primer trimestre de 2025 respecto al año anterior.
  • En julio de 2025, las ventas minoristas cayeron casi 6 % interanual, con retrocesos más pronunciados en rubros como indumentaria, bazar y muebles.
  • Un estudio detecta que el 80 % de los argentinos cambió sus hábitos de compra; el 65 % redujo consumos cotidianos e incluso cayó el consumo de carne un 11,3 %.

Drama cotidiano convertido en estadística

El escenario es aterrador: los argentinos no solo ahorran menos; están forzados a consumir menos. La caída no es solo mayoristas o supermercados, sino que se extiende a productos esenciales y también a compras discrecionales. La austeridad creciente, la liberalización salvaje, los aumentos de tarifas y la devaluación recurrente, devoran el poder adquisitivo.

No hay crecimiento verdadero si los estantes quedan vacíos y la gente no puede comprar lo básico. Así, el “equilibrio fiscal” que tanto proclama el oficialismo camina sobre pilares que se desmoronan bajo el peso de la realidad: la democracia se sostiene con el poder de consumo, no solo con ecuaciones financieras.

Demolición del mito y fin del crédito político

Milei prometió liberar la economía, pero lo que liberó fue la salvaje competencia importada; redujo el Estado, pero dejó un vacío que las familias pagan con hambre o con préstamos. El derrumbe del consumo es, sobre todo, una falla institucional, donde el Estado se retira justo cuando más debía intervenir para proteger el ingreso popular.

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La caída del consumo es también una señal inequívoca: el crédito político se le agota. Hoy, los votantes no evalúan medidas abstractas, evalúan si pueden poner un kilo de carne en la mesa, si sus hijos tienen útiles, si llegan a fin de mes. Y esos son los términos en que se jugará la victoria o derrota en octubre.


¿Democracia sin consumo? Una fantasía insostenible

Políticas con énfasis en austeridad, eliminación de subsidios y liberalismo extremo pueden sonar racionales desde la torre de marfil, pero en la calle se traducen en pobreza, desesperanza y retroceso social. La democracia sin consumo no sobrevive. Es insostenible. No se legitima con el solo manejo del déficit; se legitima cuando la gente puede comprar, crecer y vivir con dignidad.

Milesianos o no, todos veremos el resultado en octubre: o gana el país que paga con realidades o sigue el experimento que muere en los billetes gastados.

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