El miércoles negro que vivió la Argentina no solo dejó expuesto el derrumbe político de un gobierno que perdió el Congreso: reveló la fractura del corazón mismo de su programa económico. El Banco Central se vio obligado a vender dólares para frenar la escalada, y la tan mentada “banda cambiaria” mostró sus límites antes de lo previsto. La pregunta ya no es si habrá recesión: es cómo evitar que se transforme en depresión.
El callejón sin salida
El gobierno apostó a un ancla cambiaria rígida, a tasas de interés asfixiantes y al ajuste perpetuo como única estrategia. Esa receta funcionó para contener, en el corto plazo, un dólar que ya no responde a los discursos sino a la lógica de la escasez. Pero la economía real sangra: el crédito se evaporó, la actividad se estancó, la inflación se recalienta y la inversión brilla por su ausencia. El riesgo país y la caída de bonos no se deben a caprichos del mercado: son el reflejo de que el esquema es inviable.
Gobernabilidad económica y política
Lo que estalló en el Congreso, con los vetos rechazados por abrumadoras mayorías, es la cara política de un fracaso económico. Los aliados se corrieron, los gobernadores se despegan y hasta los diputados que acompañaban se cansaron de pagar el costo social de un programa que no ofrece horizonte. El FMI, prestamista y acreedor, observa con desconfianza cómo se consumen reservas prestadas para sostener un tipo de cambio ficticio. La gobernabilidad política y la sostenibilidad económica se funden en un mismo dilema: el colapso de la confianza.
El camino que queda
¿Cómo salir de la recesión? La respuesta es doble:
- Reordenar la política fiscal con criterio productivo. No se trata de gastar más, sino de asignar distinto: la universidad, la salud, la ciencia y la obra pública generan productividad futura. El ajuste lineal destruye capital humano e infraestructura.
- Liberar gradualmente la economía real del dogma de la motosierra. El crédito debe volver, con tasas que no maten la inversión. El tipo de cambio debe sincerarse, pero en un marco de acuerdos con gobernadores, Congreso y sectores productivos.
- Reconstruir confianza política. Sin puentes de diálogo, no habrá plan económico que sobreviva. La soledad presidencial es la antesala del descalabro financiero.
La economía no se estabiliza con slogans ni con peleas en redes sociales. El dólar ya habló: el tiempo de los espejismos terminó. Si no hay un giro político y económico inmediato, lo que se avecina no es solo recesión: es la descomposición total de un modelo que llegó al techo antes de empezar.