Por qué un “logro financiero” nacional es una sentencia para el interior profundo
La Argentina acaba de celebrar con bombos y platillos su retorno al mercado internacional de deuda. Un bono denominado en pesos pero pagadero en dólares, con vencimiento en 2030, fue colocado con éxito a una tasa de corte del 29,5%. Para el ministro Luis Caputo y los halcones del plan Milei, se trató de una “victoria del orden fiscal”. Pero lo que en la City porteña se festeja como un triunfo técnico, en las provincias se percibe como una condena: cuanto más caro le sale endeudarse a la Nación, menos coparticipación llegará al interior. Y las consecuencias ya se sienten: ajustes, parálisis y deuda externa a tasas de usura en gobiernos locales quebrados.
Jujuy es el caso testigo de este modelo que margina, empobrece y silencia.
Un éxito financiero que hipoteca el futuro
Emitir deuda a una tasa del 29,5% en dólares es, en términos técnicos, una señal de alto riesgo país, disfrazada de “confianza recuperada”. Implica que el mundo aún ve a la Argentina como una economía frágil, inestable, poco confiable. Y aún así, la operación fue validada. ¿Por qué? Porque el mercado especulativo sabe que cobrará intereses siderales mientras el Estado argentino garantiza repago con ajuste fiscal.
Pero ese ajuste no se aplica en Recoleta ni en Nordelta: el recorte cae con brutalidad sobre provincias empobrecidas, periféricas, desindustrializadas, sin poder de lobby ni recursos propios, como Jujuy. El Gobierno nacional se niega a emitir, pero sí toma deuda carísima, que pagarán otros: los pueblos sin poder, los trabajadores sin paritarias, los niños sin aulas calefaccionadas.
La trampa de la motosierra federal
Con las arcas vacías y sin aumentos de coparticipación, los gobernadores enfrentan el dilema entre ajustar o endeudarse. Ambas opciones conducen al mismo destino: crisis social.
En Jujuy, el gobierno provincial ha optado por ambas estrategias a la vez. Mientras se congelan sueldos, se recortan programas sociales, se paralizan obras públicas y se elevan impuestos, la deuda externa provincial avanza en silencio, a tasas que rozan el escándalo financiero. Algunos créditos se pactan incluso en dólares, a costos similares o peores que los del Tesoro nacional.
Esto, en una provincia sin infraestructura ferroviaria moderna, sin conectividad logística ni energética de calidad, que no consigue atraer inversiones clave a pesar del bombo con el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que no ha traído nada a Jujuy. Porque el RIGI no funciona para todos: compite contra provincias con ventajas fiscales propias, y contra distritos industriales del conurbano bonaerense que ya ofrecen 10 años sin impuestos.
El norte argentino está perdiendo esa carrera.
Jujuy: sin competitividad, sin inversiones y con una soga al cuello
La situación real de Jujuy es desesperante. Mientras las empresas mineras continúan extrayendo litio sin dejar suficiente valor agregado, la industria local languidece, la ganadería está estancada y el agro no despega por falta de infraestructura vial, energética y crédito productivo.
A diferencia de Salta, que ofrece beneficios fiscales y ha desarrollado parques industriales estratégicos, Jujuy sigue esperando que alguna política estructural llegue desde Buenos Aires. Pero no hay interlocución eficaz, ni voluntad política real, ni un plan provincial alternativo. Solo hay ajuste. Solo hay recorte.
La inflación baja, sí, pero a costa de pulverizar la economía real. El dólar financiero se mantiene contenido, pero a cambio de paralizar la obra pública, vaciar las provincias y sacrificar el federalismo fiscal.
El espejo retrovisor: más cerca de los ’90 que del siglo XXI
El modelo de Milei empieza a parecerse demasiado al de los años noventa: endeudamiento en dólares, provincias arrodilladas, obras frenadas, privatizaciones y desindustrialización encubierta. La diferencia es que ahora ni siquiera hay un “boom” de consumo o crédito. Solo hay disciplina fiscal impuesta con látigo y amenaza.
La vieja promesa de “que se salve el que pueda” volvió. Y en ese sálvese quien pueda, Jujuy se hunde.
Conclusión: la deuda no es desarrollo, es sumisión
Lo que Argentina colocó en los mercados fue un voto de confianza de los fondos buitres, no del pueblo argentino. La tasa del 29,5% no es un dato técnico: es una confesión brutal del fracaso de un modelo que sólo puede sostenerse endeudándose a niveles impagables.
Mientras tanto, las provincias del interior profundo pagan con despidos, pobreza e inviabilidad. El ajuste no lo hace Milei: lo ejecutan los gobernadores, con miedo y sin plan.
Y como advirtió un economista esta semana: “el Banco Central no quiere emitir, entonces bajará la inflación por las buenas o por las malas; y lo hará generando una mini recesión hacia octubre”.
Pero en provincias como Jujuy, esa mini recesión ya llegó. Y no es mini. Es estructural. Es devastadora. Y se agrava con cada “éxito” que aplauden en Wall Street.