El gran saqueo del salario: 60 billones de pesos subieron a la cúpula y dejaron al pueblo en la lona

El gran saqueo del salario: 60 billones de pesos subieron a la cúpula y dejaron al pueblo en la lona

Perico Noticias // En dos años de experimento libertario, la macroeconomía argentina se convirtió en un gigantesco mecanismo de transferencia de ingresos desde los de abajo hacia los de arriba. Mientras el discurso oficial vende “estabilidad” y “vuelta a los mercados”, millones de trabajadores —estatales y privados— financiaron, con sus bolsillos, el ajuste más brutal desde la crisis de 2001. No es un eslogan: son números oficiales.

La foto de fondo: ajuste permanente, inflación viva

El relato del Gobierno fue simple: se licua el gasto, se congela el salario, se seca la plaza de pesos, se destruye la demanda y, como por arte de magia, la inflación desaparece.
No ocurrió.

Tras 24 meses de motosierra y licuadora, la inflación sigue en niveles altos, los precios de alimentos vuelven a moverse por encima del promedio y la promesa de “inflación cero” quedó archivada. El modelo Milei–Caputo logró algo distinto: consolidar una economía donde el ajuste es permanente, pero el costo lo pagan siempre los mismos.

Salarios estatales: 9 millones menos por trabajador

Los datos que reconstruyó el equipo de economistas de MATE son demoledores:

  • El salario real de los trabajadores estatales cayó un 19% respecto de noviembre de 2023.
  • Traducido al lenguaje de caja diaria: cada trabajador público dejó de cobrar, en dos años, casi 9 millones de pesos.

Son docentes, enfermeros, administrativos, policías, personal de la salud, de la justicia. En Jujuy y en el NOA, hablamos de familias que sostienen la economía de pueblos enteros. Esa masa salarial que desapareció no se fue al colchón: se recicló hacia arriba para pagar deuda, sostener tasas demenciales y mejorar los márgenes del negocio financiero.

Salarios privados: menos 5% y masa salarial licuada

En el sector privado registrado:

  • El salario real está hoy 5% por debajo del nivel que tenía cuando asumió Milei.
  • La pérdida acumulada por trabajador ronda los 1,8 millones de pesos en dos años.

La lógica es la misma: se achica la masa salarial para “ordenar las variables”. El resultado: menos consumo, menos producción, más cierres de fábricas y comercios. Solo en empleo formal se perdieron más de 300.000 puestos registrados. Quien logra conservar el trabajo, lo hace a costa de cobrar menos, endeudarse más y recortar en alimentos, salud y educación.

La cifra que desnuda el modelo: 60 billones para arriba

Si se suman ambos recortes, el saldo es escalofriante:

59,8 billones de pesos —casi 60 billones— no fueron a los bolsillos de trabajadores estatales y privados. Es dinero que cambió de manos:

  • Salió del salario,
  • se convirtió en superávit primario,
  • mejoró ratios de deuda,
  • alimentó el negocio de las tasas al 190% y
  • financió intereses e importaciones récord de bienes de consumo.

Es la transferencia de ingresos más brutal de la que se tenga registro reciente. Un modelo de negocios perfecto… para el 20% de arriba.

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Consumo, industria y empleo: números de guerra

Los indicadores de consumo de bienes esenciales siguen por debajo del nivel, ya malo, de 2023. El consumo masivo cae, la venta de electrodomésticos se desploma, el crédito al consumo es un lujo para pocos con tasas que triplican el capital.

La industria vive un paráte descomunal: automotrices que frenan producción, autopartistas en stand-by, alimenticias que recortan turnos o cierran plantas. No es una corrección moderada: son números de guerra.

Mientras tanto, el Gobierno celebra récord de importaciones de bienes finales. En lugar de usar el tipo de cambio para potenciar inversión productiva, se lo utiliza para abarrotar el mercado de productos importados que compiten contra las pymes locales y destruyen empleo nacional.

El mensaje es claro: Argentina se convierte en shopping de importados, con una población cada vez más pobre que no puede pagarlos.

Un modelo que no cierra sin deuda… y deuda cada vez más cara

El propio diseño macroeconómico lo reconoce: con el saldo comercial neto no alcanza. La economía real genera unos 39 mil millones de dólares; la cuenta financiera y de deuda demanda unos 55 mil millones. La brecha —más de 30 mil millones de dólares— solo se cubre endeudándose otra vez.

Por eso el Gobierno sale a festejar cada nuevo bono en dólares como un “regreso triunfal al mercado de capitales”. En la práctica, es deuda cara para pagar deuda más barata, empeñando reservas, oro, activos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad y el futuro de varias generaciones.

El negocio cierra para Wall Street y para una franja muy acotada del empresariado local. Para el resto, es hipotecar la economía argentina por años.

¿Y la política subnacional? Gobernadores y legisladores mirando para otro lado

En este esquema, los gobernadores y buena parte de la dirigencia provincial juegan un papel funcional. En vez de construir agendas propias de desarrollo productivo, empleo y valor agregado regional, muchos se limitaron a alinearse con la Casa Rosada a cambio de obra, caja y refinanciaciones.

En el NOA y particularmente en Jujuy, la parálisis cognitiva es total: se avala el modelo de hiperendeudamiento, se mira para otro lado frente al derrumbe salarial y se renuncia a discutir un proyecto productivo que priorice a la gente que vive y trabaja en el territorio.

Mientras tanto, la Cámara de Diputados cambia de mayoría con maniobras de ingeniería política, pero no aparece una sola propuesta consistente que revierta la transferencia de ingresos de abajo hacia arriba.

Sin salario no hay mercado, sin mercado no hay país

Un dato que la ortodoxia decide ignorar: sin consumidores no hay capitalismo que aguante.
Si se destruye la masa salarial, si se pulveriza el empleo formal, si se obligan a las familias a vivir colgadas de la tarjeta, la economía entra en un círculo vicioso:

  • menos salario → menos consumo,
  • menos consumo → menos producción,
  • menos producción → más despidos,
  • más despidos → más caída del salario.
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Ese círculo solo puede sostenerse un tiempo con deuda externa y rescates periódicos de Estados Unidos. La pregunta es sencilla y brutal: ¿hasta cuándo nos van a seguir prestando para financiar un modelo que no genera desarrollo ni mejora la vida de la mayoría?

Un punto de quiebre político

El balance de estos dos años es claro:

  • la inflación no desapareció,
  • la pobreza laboral se disparó,
  • la desigualdad se profundizó,
  • la industria y las pymes están en emergencia,
  • y el Estado nacional volvió al vicio del endeudamiento eterno.

Decir que “no hay alternativa” es parte del negocio. Lo que no hay, por ahora, es decisión política para construirla.

Desde Perico, desde el NOA y desde cada territorio que ve cómo se vacían sus bolsillos para engordar balances ajenos, la interpelación es directa:
¿va a seguir la dirigencia mirando el Excel de la deuda o va a empezar a mirar el changuito del supermercado y el recibo de sueldo de su gente?

Porque el verdadero superávit que este modelo está consiguiendo no es fiscal:
es un superávit de miedo, de resignación y de silencio.

Y ese, si no se corta a tiempo, no lo paga solo este gobierno: lo paga toda la democracia.

¿Desde que asumió Javier Milei, ¿tu situación económica personal?

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