En pleno siglo XXI, donde la tecnología ofrece herramientas como el blockchain y las Organizaciones Autónomas Descentralizadas (DAO), la corrupción debería ser una sombra del pasado. Sin embargo, el reciente escándalo de coimas que sacude al gobierno de Javier Milei pone en evidencia que la voluntad política para erradicarla sigue siendo una asignatura pendiente.
Según un artículo de La Política Online, los «trolls» de Santiago Caputo, quienes se encargan de la defensa digital del oficialismo, expresaron su indignación al descubrir que, mientras ellos «ponen la cara», otros se «afanaban todo» . Este testimonio revela una grieta interna en el oficialismo y una desconexión entre la base militante y la cúpula gobernante.
Además, el titular de la Unidad de Información Financiera (UIF), designado por Caputo, ha optado por denunciar a quienes filtraron información sobre la recepción de 800 mil dólares, en lugar de investigar el origen de esos fondos . Esta actitud refleja una falta de compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas.
La corrupción no es un mal inevitable; es una elección política. En un contexto donde la tecnología permite una gestión pública más abierta y eficiente, la persistencia de prácticas corruptas indica que el problema radica en la falta de voluntad para implementar cambios reales.
Propuestas para una gestión transparente:
- Implementación de tecnologías de transparencia: Adoptar sistemas basados en blockchain para la gestión de contratos y fondos públicos, garantizando trazabilidad y acceso público a la información.
- Fortalecimiento de organismos de control independientes: Asegurar que entidades como la UIF y la Oficina Anticorrupción operen sin interferencias políticas, con recursos y autonomía para investigar irregularidades.
- Participación ciudadana activa: Fomentar plataformas digitales donde los ciudadanos puedan monitorear y reportar actividades sospechosas, promoviendo una cultura de denuncia y responsabilidad.
- Educación en ética pública: Incorporar programas de formación en ética y transparencia para funcionarios públicos desde el inicio de su carrera, creando una cultura institucional que valore la integridad.
La corrupción no es un destino; es una elección. Si el gobierno de Milei realmente busca un cambio, debe demostrarlo con acciones concretas que prioricen la transparencia y el bienestar de la ciudadanía sobre los intereses particulares.