La ilusión libertaria ya no cotiza: caída libre de activos argentinos
Los titulares ya no dejan margen para el relato oficialista: “A contramano de Wall Street, las acciones argentinas cerraron con bajas de hasta 3,3%” (Ámbito Financiero, 16 de junio de 2025). El espejismo de una economía refundada por el dogma anarco-libertario se estrella contra la dura realidad de los mercados internacionales. Las acciones de empresas argentinas no solo caen: se desploman mientras Wall Street sigue celebrando ganancias récord. Es un divorcio explícito entre la narrativa de la “libertad” que predica Javier Milei y la confianza que requieren los inversores serios para comprometerse con un país. Argentina, otra vez, dejó de ser una apuesta razonable. Y esta vez no es por exceso de gasto o populismo, sino por represión, incertidumbre institucional y presos políticos.
El odio no rinde dividendos: el mercado castiga la violencia simbólica y real
La economía no florece en terrenos donde impera el odio. La lógica del “enemigo interno” que promueve el Gobierno —a través de discursos de confrontación y una política de represión abierta— se ha convertido en un riesgo sistémico para los inversores. La detención de Cristina Kirchner, convertida hoy en noticia global como presa política, proyecta una imagen autoritaria que repele capitales. Los inversores internacionales no quieren asociarse a un experimento donde la justicia es una herramienta de persecución y la represión reemplaza al diálogo institucional. La democracia liberal —por defectuosa que sea— es un requisito para los capitales serios. Milei está dinamitando ese puente.
Ni siquiera los diarios aliados pueden ocultarlo
Cuando medios como Ámbito Financiero —habitualmente alineado con la visión tecnocrática del Gobierno— reconocen en tapa la crisis, algo estructural está ocurriendo. Las bajas de ADRs (acciones argentinas que cotizan en Nueva York) reflejan no solo el impacto del conflicto en Medio Oriente, sino sobre todo la desconfianza estructural en el rumbo argentino. En paralelo, Clarín opta por distraer con titulares insólitos como: “Los hinchas de Boca arrasaron un shopping de Miami antes del debut en el Mundial de Clubes”. La frivolidad del entretenimiento deportivo contrasta con la tragedia económica que se cuece en tiempo real. Ya ni el blindaje mediático logra cubrir el deterioro.
2027 en la mira: el mercado se corre, no apuesta
Los operadores bursátiles ya tienen fecha para volver a mirar a la Argentina: 2027. El ciclo político actual ha perdido el atractivo. La apuesta por Milei como “salvador del modelo de mercado” quedó sepultada bajo el peso de su propia violencia institucional, la falta de resultados en términos de crecimiento real y el descrédito internacional. La visión de un país sin plan productivo, que se sostiene solo con ajuste y culto a la personalidad, está generando más incertidumbre que esperanza.
El círculo se cierra: represión, desinversión y aislamiento
No es casual que mientras los bonos soberanos se achican y las acciones se hunden, el Gobierno insista con estrategias de control social, disciplinamiento mediático y “batalla cultural”. Pero esta narrativa de confrontación ya no le sirve ni al mercado. Las libertades económicas no prosperan donde se cercenan las libertades civiles. El capital —sobre todo el que busca estabilidad— ya entendió que Milei no es garante de previsibilidad, sino un factor de disrupción permanente.
Conclusión: el milagro argentino se convirtió en maldición financiera
Lo que fue presentado como un “shock de confianza” en diciembre de 2023 se ha transformado en un éxodo de expectativas. El mercado no es ideológico: es pragmático. Y el pragmatismo indica que hoy, invertir en Argentina bajo Milei es asumir un riesgo político mayúsculo. La política del látigo no genera crecimiento. La libertad sin justicia ni institucionalidad se convierte en caos. Y ese caos ya está siendo descontado por los mercados. El capital no cree más en los dogmas. Y mucho menos, en los profetas del odio.