La geopolítica global atraviesa un punto de inflexión tan profundo como silenciado. Mientras los misiles siguen cayendo en el este de Ucrania, las grandes potencias redibujan su ajedrez con movimientos discretos, diplomacia de terciopelo y traiciones de alto nivel. En este tablero, Rusia no solo resiste: avanza. Y Occidente, liderado por un Estados Unidos de doble cara, comienza a mostrarse desnudo ante la historia.
¿Putin está ganando? Trump lo cree… y le dice a Europa que acepte
El expresidente estadounidense Donald Trump ha lanzado una bomba política sin precedentes: afirmó ante líderes europeos que Vladimir Putin está convencido de haber ganado la guerra en Ucrania y que el camino hacia la paz solo será posible mediante concesiones de Kiev. La frase no fue una ocurrencia aislada; fue una advertencia disfrazada de diplomacia: no habrá más sanciones para Rusia, incluso si los europeos se quejan.
Trump opera hoy como la sombra del poder, pero sus palabras marcan la línea dura de un sector dominante en Washington. El mensaje es claro: Estados Unidos no está dispuesto a sacrificar más en una guerra que no puede ganar. Y la paz, si llega, tendrá sabor a derrota para Ucrania.
El Vaticano como teatro de la negociación simbólica
En paralelo, se ha confirmado que una “tercera línea” de negociadores rusos y ucranianos se reunirá en el Vaticano, en un gesto que busca simular diálogo, sin presencia de Putin ni Zelensky. ¿El objetivo? Aplacar tensiones, mostrar una imagen de diplomacia, mientras las decisiones reales se toman en Moscú, Beijing y Washington.
El nuevo papa León XIV se convierte en actor emergente, aún sin poder real, en un escenario donde la fe es usada como pantalla de la decadencia política occidental.
Europa se hunde… y sus élites celebran
La economía alemana va por su tercer año sin crecimiento. La locomotora europea está varada, no por falta de producción, sino por una paradoja perversa: el modelo económico actual solo beneficia a los ricos. La clase media europea se ha convertido en el cadáver olvidado de las políticas neoliberales que Europa no supo frenar ni corregir. Alemania, Francia, Italia: todas atraviesan procesos de desaceleración con inflación estructural. ¿Consecuencia? Mayor desigualdad, más deuda, menos legitimidad democrática.
¿Quién gana? Los fondos de inversión, los bancos transnacionales, las corporaciones tecnológicas y militares. Ellos nunca pierden. Nunca se desangran. Y cada vez que hay crisis, compran barato lo que otros pierden con lágrimas y hambre.
La “flota sombra” rusa y la hipocresía del poder occidental
El reciente escándalo por las maniobras de un barco sancionado ruso cerca de un cable eléctrico entre Polonia y Suecia revela la inacción cómplice de Occidente. Donald Tusk se rasga las vestiduras, pero ignora que la «flota sombra» rusa ha navegado impunemente gracias al silencio de Grecia, Malta, Chipre y otros países miembros de la OTAN. Se sabía. Se permitió. Porque el dinero no tiene patria, y los oligarcas rusos hace tiempo tienen cuentas en Londres, barcos en el Mediterráneo y protección diplomática silenciosa.
¿Y ahora qué?
El mundo ya no es unipolar. Pero lo que viene no es equilibrio: es caos ordenado por corporaciones, think tanks y negociaciones fuera de los parlamentos. Mientras los medios repiten que todo está bien, Ucrania será empujada a rendirse diplomáticamente, Europa entrará en recesión silenciosa, y Estados Unidos seguirá eligiendo guerras que no combate con soldados, sino con tratados, sanciones selectivas y cinismo geopolítico.
La nueva fase de la guerra no se juega en el Donbás: se define en oficinas alfombradas, en cables submarinos saboteados y en palabras no dichas que sepultan principios para preservar intereses.
Y si la historia la escriben los que ganan, hoy Putin está escribiendo más páginas de las que Occidente se atreve a admitir.